lunes, 19 de octubre de 2009

Oswaldo Guayasamín.


Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente


El gritoAlineación al centro
La Edad de la Esperanza por Óscar Jara Albán

Pablo Neruda decía que los nombres de Orozco, Rivera, Portinari, Tamayo y Guayasamín forman la cordillera de los Andes de la pintura del continente Americano.
Será también por eso que Oswaldo Guayasamín (Quito 1919-1999) incorporó a su iconografía los volcanes, como fuerza de la naturaleza que acompaña al dolor de cenizas de los habitantes de esas cordilleras.
La muerte le encontró a Guayasamín trabajando, como le encontraban los amigos y los periodistas. Su traje de recibir visitas era un viejo jersey azul, pantalones de fontanero a juego, y alpargatas de esparto, todo el conjunto manchado de gotas de pintura. Su lugar preferido para hablar era su amplio taller. Hablaba y daba pinceladas, tenía prisa, quería inaugurar la Capilla del Hombre, su museo en la Mitad del Mundo.