lunes, 15 de octubre de 2012




La lengua debe poseer todas las escalas musicales. El poeta debe siempre, en todos los casos, contar con la palabra temblorosa, la que me cuenta la cosa, la que con su acierto puede vulnerar mi alma hasta hacerle gemir. La palabra puede convertirse en color, en sonido, en olor; es tarea del poeta usarla de manera que funcione, que nunca falle y nunca rebote.
(…)
Debemos poder gozar y burlarnos con la masa de palabras; se debe saber y conocer la fuerza de la palabra, no sólo la fuerza directa, sino también la secreta. Las palabras tienen otras tonalidades, que se encuentran por encima, por debajo y al lado de ellas.

Daniel Pennac. Como una novela (fragmento)

El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar). ¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es, sin duda, la razón de que el metro -símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo. El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir. Si tuviéramos que considerar el amor desde el punto de vista de nuestra distribución del tiempo, ¿qué arriesgaríamos? ¿Quién tiene tiempo de estar enamorado? ¿Se ha visto alguna vez, sin embargo, que un enamorado no encontrara tiempo para amar? Yo jamás he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme que acabara una novela que amaba. La lectura no depende de la organización del tiempo social, es, como el amor, una manera de ser. El problema no está en saber si tengo tiempo de leer o no (tiempo que nadie, además, me dará), sino en que si me regalo o no la dicha de ser lector.

Knut Hamsun. La lengua (fragmento)




La lengua debe poseer todas las escalas musicales. El poeta debe siempre, en todos los casos, contar con la palabra temblorosa, la que me cuenta la cosa, la que con su acierto puede vulnerar mi alma hasta hacerle gemir. La palabra puede convertirse en color, en sonido, en olor; es tarea del poeta usarla de manera que funcione, que nunca falle y nunca rebote.
(…)
Debemos poder gozar y burlarnos con la masa de palabras; se debe saber y conocer la fuerza de la palabra, no sólo la fuerza directa, sino también la secreta. Las palabras tienen otras tonalidades, que se encuentran por encima, por debajo y al lado de ellas.

viernes, 12 de octubre de 2012

El Príncipe - Milonga para una niña


La realidad y el deseo. Olga Orozco


a Luis Cernuda

La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.

Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.

La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

Olga Orozco

sábado, 6 de octubre de 2012

Palabras de Milton Schinca a sus alumnos


Milton Schinca contribuyó al boulevard de las letras del país, porque ante todo fue un maestro. El siguiente es un ejemplo de las palabras que les deja a sus discípulos en los talleres literarios que sostuvo al regreso de su exilio en México.

En este final, en este comienzo

"Si pensás que cuando llegues a escribir literatura, el que va a escribir sos tú, mejor no escribas. Pobre del escritor que no sepa que el yo-escritor no existe, que dentro de él escriben multitud de "otros"; otros seres que fueron, otras historias, otras maneras de mirar el mundo. Cómo vienen a confluir en nosotros, no lo sabemos; pero eso no varía en nada la verdad de que escribir es siempre un acto poblado, una conjunción que llega de muy lejos y que trae el aporte de mil correntadas, incluso de algunas que jamás vimos ni veremos.

Si creés saber cómo se escribe, mejor no escribas. Nadie lo sabe, ni lo sabrá nunca. Los profesores podemos enseñar pequeños resortes, algunos trucos o habilidades de oficio, poca cosa más. Todo ello es necesario sin duda; puede que mejoren la escritura, que la hagan más reluciente y eficaz. Pero el arte de escribir es de otra índole, viene de otro lado, al que no se llega con oficio. Por eso es importante que te olvides de lo que aprendiste con tu profesor y que te dejes llevar con los ojos cerrados: dentro de ti camina un yo ignorado, que quizás sepa cómo hacerte escribir. Si no lo sabe él, no lo sabe nadie.

Si creés que para ser escritor hay que leer únicamente literatura, mejor no escribas (así leas toda la literatura del mundo). Ese "reducirte a lo tuyo" acaso sea aconsejable en alguna profesión, oficio, artesanía o secta; pero es muy otra la naturaleza del escribir. Debés entender que la literatura es una pretensión, a todas luces irrazonable, de convertir la palabra en la voz entera del mundo. La literatura no tiene opción: o es un cruce de todos los caminos o no es.

Si vas a escribir para tu fama, tu gloria, tu estatus o (peor aún) tu dinero, mejor no escribas. Puede que logres dinero, estatus, gloria y fama (¡tantos los consiguen!); pero será muy triste haberte pasado años escribiendo sin entender propiamente lo que tenías entre manos. Sin entender que se escribe buscando apenas ser un poquito menos uno mismo para que otros puedan serlo más; tratando de iluminarte en algo tú para que el mundo se ilumine. Separada de estos fines, la literatura se vuelve, tarde o temprano, irrisoria y vacua, y es casi inevitable que termine destruyendo lo mejor que traías.

En fin, si creés que por seguir todas estas indicaciones vas a ser escritor, mejor no escribas. Ciertamente es indispensable que las cumplas al pie de la letra; pero pobre de ti si no te das cuenta a tiempo de que ninguna lección, ni consejo, ni sentencia te pondrán en camino. Que serán ciertos vientos secretos del mundo los que te harán escribir o no. Me parece indispensable que dudes a diario de tu vocación, pero jamás dudes de ese viento que te lleva, única fuerza a la que debés encomendarte.

Y si ella dictamina "No serás escritor", agradécele igual: la sola intención de escribir -si fue sincera- te levantó por encima de ti y te ayudó a tocar zonas del ser y del mundo que de otro modo no hubieras alcanzado nunca.

Con un fuerte abrazo de tu profe y amigo, deseándote que no seas un literato sino, mucho antes, un hombre posible.”

Milton Schinca

Orillar el vuelo


Se me oye la noche en la voz .
Afuera, un silencio de pájaros y gritos.
Y ese olor azul de las estrellas.

El último de mis nocturnos.

Hacés falta aquí,
cerca de mis canciones.
Ese perfume de las palabras que se siente por tus dedos.
Habitar en las líneas melódicas de tus manos.
Rasgar la noche por una de tus esquinas.
Leérte por la orilla de la noche.
Y ese rumor  a orillas de un libro.

¿ Qué hacés en mi abismo y por qué te siento tan a fondo? 

Te soy mi palabra.
A veces me escucho acercándome a tu orilla.
A veces me escondo donde no pueda hallarme.
A veces silencio, 
a versos palabras.
A veces acomodarme los tropiezos

Del otro lado de los sueños, una noche perenne.

No soy yo, 
es ese arrebol que me seduce, 
y bajo el ala del silencio,
un poema anida la palabra.

Soy un incierto acorde de guitarra
Voy a guardárme entre el ruido de la noche.

Hoy, 
solo traigo un rumor a espacios indecisos.
( le tiembla la voz, 
se le nota en las letras)

¿ Y ese perfume penetrante y melancólico que traés entre los versos?

La tierra me late entre pecho y espalda
mientras voy desempolvando todas mis nubes.

Un ruido plano...
El roce del viento a ras del horizonte.
Afuera, 
un grito sin forma ni color.

Juro que lo intenté,
pero
siempre
vuelo
siempre
vuelas.

Deja que te lleve, 
dentro del río suenas mejor.
Insomnios que son sonrisas de ojeras a ojeras
Sembraste dudas y entonces crecí
Nunca te olvido, ni siquiera cuando sí.