domingo, 1 de mayo de 2011

Literatura y Psicoanalisis. Ricardo Piglia

La relación entre psicoanálisis y literatura es por supuesto conflictiva y tensa. Por de pronto, los escritores han sentido siempre
que el psicoanálisis hablaba de algo que ellos ya conocían y sobre lo cual era mejor mantenerse callado. Faulkner, Nabokov, observaron que el psicoanalista quiere intervenir en aquello que los escritores, desde Homero, han convocado, con esa rutina ceremoniosa con la que se convocan las musas, en relaciones muy frágiles y siempre tocadas por la gracia. En esa relación imposible de provocar deliberadamente,
en esa situación de espera tan sutil los escritores sintieron que el psicoanálisis avanzaba como un loco furioso.

Pero hay otro punto sobre el cual los escritores han dicho algo que, me parece,puede ser útil para los psicoanalistas.
Nabokov y también Manuel Puig, nuestro gran novelista argentino, insistieron en algo que a menudo los piscoanalistas no
perciben o no explicitan: el psicoanálisis genera mucha resistencia pero también mucha atracción; el psicoanálisis es uno de los
aspectos más atractivos de la cultura contemporánea, y lo es porque todos queremos tener una vida intensa; en nuestras
vidas triviales, nos gusta admitir que en algún lugar experimentamos grandes dramas,que hemos querido amar a nuestros
padres y que, entonces, vivimos en un universo de gran intensidad, donde hemos logrado superar el tedio, la monotonía en la
que habitualmente estamos inmersos. El psicoanálisis nos convoca a todos como sujetos trágicos; nos dice que hay un lugar
en el que todos somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios, luchamos contras tensiones y dramas profundísimos,
y esto es muy atractivo.
Así, Nabokov veía el psicoanálisis como un fenómeno de la cultura de masas; consideraba que este elemento de atracción,
donde cada uno se conecta con las grandes tragedias, las grandes traiciones, esto puede referirse a un procedimiento clásico
en la cultura de masas : convocar al sujeto a un lugar extraordinario que lo saque de su experiencia cotidiana.

Y Manuel Puig decía algo que siempre me pareció muy productivo y que sin duda lo fue en la construcción de su propia
obra. Decía Puig que el inconsciente tiene la estructura de un folletín. El, que escribía sus ficciones muy interesado por
la estructura de las telenovelas u los grandes folletines de la cultura de masas, había podido captar esta dramaticidad implícita en la vida de todos, que el psicoanálisis pone como centro de la experiencia de construcción de la subjetividad.

En lo que llevo dicho se va planteando una suerte de relación ambigua: por un lado el psicoanálisis avanza sobre una zona íntima, de la cual el artista considera que es mejor esperar y no pensar;pero, por otro lado, el psicoanálisis se presenta como una especie de competencia:
genera una especie de bovarismo, en el sentido de la experiencia de Madame Bovary, que leía aquellas novelistas rosas y quería vivirlas.

Voy a agregar dos anotaciones: sobre cómo la literatura ha usado el psicoanálisis y de qué manera el psicoanálisis ha usado la literatura. Para pensar lo primero, podemos olvidar experiencias un poco superficiales como la del surrealismo, que confundía esa
espera de la gracia de la musa con un procedimiento mecánico de escritura automática: la musa es una dama suficientemente
frágil como para necesitar un tratamiento más delicado que ese escribir sin pensar,dejándose llevar; es un poco ingenuo suponer
que ésa sería la manera de conectarse con el inconsciente en el trabajo.

Quien sí constituyó la relación con el psicoanálisis como clave de su obra es quizás el mayor escritor del siglo XX: James Joyce. El fue quien mejor utilizó el psicoanálisis, porque vio en el psicoanálisis un modo de narrar; supo percibir en el psicoanálisis una posibilidad de construcción formal. Es seguro que Joyce conocía bien Psicopatología de la vida cotidiana y la interpretación de los sueños : su presencia
es muy visible en la escritura de Ulises y del Finnegans Wake . No en los temas: no se trataba para Joyce de refinar la caracterización
psicológica. No: Joyce percibió que había ahí modos de narrar; que en la construcción de una narración, el sistema de relaciones no debe obedecer a una lógica lineal, y aquí se ubica el monólogo interior. Así Joyce utilizó el psicoanálisis de una manera notable y produjo en la literatura, en el modo de narrar, una revolución de la que es imposible volver.

Y me parece que el Finnegans Wake, que por supuesto es una de las experiencias literarias límites de este siglo, se construye en
gran medida sobre la estructuración formal que se puede inferir de una lectura creativa de la obra de Freud: una lectura que no se
preocupa por la temática sino por el modo en que se desarrollan ciertos modos, ciertas formas, ciertas construcciones.

Cuando le preguntaban por su relación con Freud, Joyce contestaba así: «Joyce en alemán, es Freud». «Joyce» y «Freud» quieren
decir «alegría»; en este sentido los dos quieren decir lo mismo, y la respuesta de Joyce era, me parece, una prueba de la conciencia
que él tenía de su relación ambivalente pero de respeto e interés respecto de Freud. Me parece que lo que Joyce decía era: yo estoy haciendo lo mismo que Freud. En el sentido más libre, más autónomo, más prodcutivo.

Joyce mantuvo otra relación con el psicoanálisis, o por de pronto con un psicoanalista,donde, en una anécdota, se sintetiza
algo de esta tensión entre psicoanálisis y literatura. Joyce estaba muy atento a la voz de las mujeres.
 El salía poco, estaba mucho tiempo escribiendo, y escuchaba a las mujeres que tenía cerca: escuchaba a Nora, que era su mujer, una mujer extraordinaria; escuchándola, escribió muchas de las mejores págimas del Ulises, y los monólogos de Molly Bloom tienen mucho que ver con las cartas que él le había escrito a Nora en ciertos momentos de su vida. Digamos que Joyce está muy atento a la voz femenina.
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