domingo, 6 de diciembre de 2009

Revelaciones. IV





Mañana vivirás. El sueño te acongoja y te exalta con la sólita promesa nocturna. Cierras los ojos; te cierras tú misma en la transparencia feliz de una crisálida que espera. Ves el portón acabado de barnizar, el olor crudo y brusco del cemento reciente; esos burdos umbrales de la casa nueva por donde aún asoman trenzados el hierro y su golpe sin cincelar, vibrante. Esta irrupción desmantelada de todas las primicias, estos jirones del rápido percibir. Se abre una hendija, un puñalito saja ya las brumas del día próximo. Te han de coronar con las olivas, has de montar en ese júbilo que se te ofrece, joven, flexible y gozoso como un animal selecto que ignora la cercanía del sacrificio. Oyes los salmos recién cantados. ¿Oyes? ¿Alguien ha dicho tu nombre en el sendero de arena? ¿Alguien te ha señalado? Quédate en paz. Aún no tienes destinación y cárcel. Eres. Mañana estarás viva.