domingo, 6 de diciembre de 2009

Revelaciones. I

(Iluminaciones)



Así es como conozco la mañana; alarmada por su cántico trémulo. Viene a darme lo que aún no soy, atravesada por exclamaciones y promesas. Es anunciante y sin embargo ya estima a los hombres como cadáveres; adorna los sentidos y barre las aldeas con su guirnalda múltiple y su gloria. El hijo de David aún no ha nacido. Veo el pequeño camino del campo por donde han de pasar los carros afanosos, pobres y alegres libélulas indómitas. Toda mi palabra es una gran torpeza, ducha en entrelazar visiones indecibles. Una raja de malvón, como un fruto prematuro, me quema las manos. Las maderas benefician el aire con su rigor nórdico y su calidad lustral y su dureza consolada por el oro que un donador arroja contra las puertas.