( Anta nuraton)
Las mañanas transcurren claras
y vacías. Así tus ojos
se abrían a otro tiempo. La mañana
pasaba lenta, era un remanso
de luz inmóvil. Callaba.
Tú, viva, callabas; las cosas
vivían en tus ojos
(sin pena, sin fiebre, sin sombra)
como en un mar de claridad temprana.
Luz, donde tú estás, allí está el día.
Tú eres la vida y las cosas.
En ti despiertos respirábamos
bajo el cielo que aun se mantiene en nosotros.
Sin pena, sin fiebre, entonces,
ni esta sombra pesada del día
poblado y distinto. Oh, luz,
lejana claridad, respiro
afanoso, vuelve los ojos
inmóviles y claros, sobre nosotros.
Es oscura la mañana que pasa
sin la luz de tus ojos.