Sobre este cuadro:
"Cathy con una bata abierta, dejando ver su deslumbrante cuerpo florecido en el amor, vertical, alta y esbelta, poseída por la belleza, con un rostro de gata, animal y espiritual, sensual, ascético, con labios llenos, nariz corta, ojos rasgados y claros, cejas perfectas, frente estrecha y pelo desmelenado, se deja peinar por una robusta sirvienta, que cumple su tarea fiel y severa, sin ninguna ambigüedad, en un lado del cuadro; en el otro, un joven de pelo negro que cae sobre su frente, con un bello rostro pensativo y apasionado, sentado de lado en una silla, con una pierna cruzada y las manos apoyadas en la parte alta del respaldo, que uno de sus brazos rodea al reclinar su costado en él, mira no a Cathy, sino hacia el frente, hacia nosotros, los espectadores del cuadro, pero no nos mira, sus ojos oscuros están perdidos en sí mismos: podría ser Heatcleaf, es Heatcleaf; pero también se trata de un autorretrato de Balthus. El cuadro se llama La toillete de Cathy, y los personajes no están vestidos con trajes de época sino del momento en que fue ejecutada la obra. ¿Es una ilustración de la novela de Emily Brontë? Esta escena no tiene lugar en Cumbres borrascosas: es precisamente la escena que no puede ocurrir: Cathy y Heatcleaf, bellos y jóvenes viviendo su amor en su casa, uno al lado del otro para siempre, después de esa infancia en que no tuvieron ojos más que uno para el otro y el mundo era de ellos, en la soledad, en la libertad. "Yo soy Heatcleaf", ha dicho Cathy. El cuadro nos dice a su vez de esa unión que es imposible en la novela, que el mundo, la sociedad, las convenciones, han hecho imposible en la novela. Con su carácter cotidiano y banal ése es el escenario de lo sagrado: la realización del amor. Pero es también la evocación por parte del arte de lo imposible: un sueño inevitablemente perdido, una nostalgia"
Tomado del ensayo "Balthus: el sueño y el crimen", de Juan García Ponce.