Mira tu amada que está quieta. Mira tu amada que los sueños presentan boca abajo, en tu pecho, como un desgarramiento. Tu caminas erguido y ella te arrastra por la cintura; ella, la hija de Adán, hacia el hontanar donde el sendero se desvía.
Mira tu amada que sonríe. Tu amada clara que los sueños oscurecen, tu amada oscura que los sueños temen. Es ella la que vuela sobre tu despertar, ella, a ti abrazada, cuando sientes sólo el tacto de los fantasmas. Ella, la que suplica, porque vosotros suplicáis, uno sobre el otro, en los sueños de muerte y vida, donde sólo es la sombra del cuerpo lo que se desea.
Mira tu amada que canta. Canta, sin sentido, una canción que sólo los niños oyen, sólo un niño creciente, oculto a tu mirada como la luna. Mira tu amada que los sueños aman, que los sueños persiguen, tu amada sin respuesta que los sueños encienden cada noche sobre tu pecho.