jueves, 13 de octubre de 2011

Violeta Parra: Bordando la vida


A partir del año 1958, Violeta Parra, producto de una hepatitis que la tuvo inactiva por varios meses en su casa ubicada en la comuna de La Reina, comenzó con el bordado de la arpilleras. Un arte que desarrolló de modo completamente autodidacta, generando obras que surgen espontáneamente, como sus canciones, de su natural talento. En alguna ocasión lo explicó así: "Las cosas son simples. No sé diseñar, yo invento todo, y todo el mundo puede hacerlo. No sé dibujar y no hago dibujo alguno antes de comenzar mis tapices, sino que voy viendo, poco a poco, lo que debe ponerse. Voy llenando espacios en mis tapices...Y con mis pinturas: ellas están todas en mi cabeza, como mis canciones. Cuando siento que hay una persona sensible o que le nace un sentimiento al ver lo que hago, me quedo tranquila. Sólo hago algo en lo que pueda poner la emoción".

Acontecimientos familiares e históricos, costumbres y creencias populares, además de su pasión por la música, son plasmados por sus lanas de colores. "Me esfuerzo por mostrar en mis tapices la canción chilena, las leyendas, la vida de la gente. Y las ideas que tengo que me parecen indispensable decirlas, hacerlas", dice la artista.

Los velorios de angelitos, tradicionales de toda nuestra América, son retratados en su obra, así como el sufrimiento del campesino, que expresa en figuras desoladas, recostadas a punto de caer. Su admiración por el heroísmo de Arturo Prat es el móvil de sus dos arpilleras dedicadas al Combate Naval de Iquique, de extraordinario movimiento en sus formas.

Los múltiples colores que emplea, expresan cada uno un preciso sentimiento. De su tapiz titulado "Contra la guerra", Violeta dijo: "Sucede que en mi país hay siempre desórdenes políticos y eso no me gusta... En esta arpillera están todos los personajes que aman la paz. La primera soy yo, en violeta, porque es el color de mi nombre".

Su arpillera "El Circo", por ejemplo, recrea una escena de Violeta cantando y tocando guitarra en un circo, a la edad de 11 años. Aquí su figura está bordada en verde claro y no en violeta, como siempre, "para expresar que estaba feliz cantando".

Así lo explica ella: "a veces tengo el color de mi nombre o el color verde que es de la alegría y que me cuesta más que ninguno, o el rojo si estoy enojada y denuncio... siempre uso como base los colores araucanos: amarillo, negro, violeta, rojo y rosado de copihue".

De "El Hombre", otra de sus creaciones, diría: "Es en verde porque es la esperanza; su alma es una música; pero se escapa sin cesar como el pájaro".

Pero no sólo los colores encierran determinados significados en su obra, sino también ciertos íconos: "Llama la atención el recurrir de Violeta a dos símbolos constantes: la búsqueda de Dios y la búsqueda del hombre. Uno, representado por la imagen repetida de Jesucristo, y otro por el bordado o dibujo de ojos que ubica en los más diversos sitios", dice el fallecido escritor chileno Waldemar Verdugo. Ojos al acecho que Violeta utiliza en varias de sus creaciones, como los que tienen las botellas de su obra "El borracho". "Me aprovecho del momento cuando tengo necesidad de hacer ojos, porque si me saltara de la cabeza a los pies, sería algo totalmente diferente. Dejo los pies para una próxima vez", es la enigmática explicación dada por Violeta.