sábado, 4 de septiembre de 2010

Voy a beber tus ojos rojos... voy a cantarte una canción de am***r



Recordé la mirada de María fija en el árbol de la plaza, mientras oía mis opiniones; recordé su timidez, su primera huida. Y una desbordante ternura hacia ella
comenzó a invadirme: Me pareció que era una frágil criatura en medio de un mundo cruel, lleno de fealdad y miseria.
Olvidé mis áridos razonamientos, mis deducciones feroces. Me dediqué a imaginar su rostro, su mirada —esa mirada que me recordaba algo que no podía precisar—, su forma profunda y melancólica de razonar. Sentí que el amor anónimo que yo había alimentado durante años de soledad se había concentrado en ella. ¿Cómo podía pensar cosas tan absurdas ?
Traté de olvidar, pero no pude.

Ernesto Sábato