Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente
El grito
La Edad de la Esperanza por Óscar Jara Albán
Pablo Neruda decía que los nombres de Orozco, Rivera, Portinari, Tamayo y Guayasamín forman la cordillera de los Andes de la pintura del continente Americano.
Será también por eso que Oswaldo Guayasamín (Quito 1919-1999) incorporó a su iconografía los volcanes, como fuerza de la naturaleza que acompaña al dolor de cenizas de los habitantes de esas cordilleras.
La muerte le encontró a Guayasamín trabajando, como le encontraban los amigos y los periodistas. Su traje de recibir visitas era un viejo jersey azul, pantalones de fontanero a juego, y alpargatas de esparto, todo el conjunto manchado de gotas de pintura. Su lugar preferido para hablar era su amplio taller. Hablaba y daba pinceladas, tenía prisa, quería inaugurar la Capilla del Hombre, su museo en la Mitad del Mundo.