Hay una locura intensa
que necesita un cuerpo y una fulguración
y se desarrolla lentamente
en el tiempo
o en la eternidad de un tiempo.
Y hay otra locura
periódica,
de la sangre y el alma,
que es f ugaz como el sol,
que no admite desarrollo ni duración alguna en el tiempo.
Que es un llanto,
instantáneo resoplar del cuerpo,
y que sana, distante,
en un elixir que difícilmente se prueba.