“Hasta los Huesos” es un corto definitivamente mexicano. Y no sólo estéticamente, con esos mariachis y esas balaseras, sinó en un sentido más profundo de veneración por la cultura de ese país y su significado. Porque entre la ingeniosa excusa de ese gusano que acaba nadando en tequila, y esa serpiente emplumada que cataliza el final feliz, se entremezcla una historia de amor autóctona de amor y muerte.
El protagonista, ya fallecido pero en un estadio intermedio antes de la muerte definitiva, se aferra a la vida resistiéndose a ese voraz gusano y evitando perder una flor, que es lo único que le queda del mundo de los vivos (y de la relación opresiva con su madre). Pero La Muerte no sólo es un atractivo local de fiestas donde el protagonista suda y no encaja (la vida le sobra), sino que además es inexorable. Y llega de la mano de una mujer, y como no, del tequila, elementos ambos indispensables en la tradición de ese país orgulloso, pero vapuleado por mayores naciones; machista (no es con la mujer sexual con la que debe quedarse el hombre, sinó con la dulce sumisa que se aprovecha de sus bondades para “coleccionar flores”), pero a la vez adorador de la figura femenina.
Es la definición perfecta de lo que es un hombre enamorado hasta los huesos, capaz de perder todo lo poco que tiene, y morir por amor.
Aparte de la interesantísima aportación folclórica a la clásica relación eros-thanatos, he de reconocer que he elegido este corto, y cabe destacarlo, por el muy correcto apartado técnico de esos escasos 10 minutos. No creo que haya que hablar de la dificultad de la animación stop-motion con plastilina, pero sí que quiero remarcar esa canción que canta Eugenia León en la que los labios están sincronizados con la voz. Una auténtico esfuerzo, y una demostración innegable de que se quieren hacer las cosas bien, sí señor.
Por cierto, la interpretación de la historia del niño del triciclo y su mascota gusano, se la dejo a aquél de ustedes que se atreva a indagar en el psicoanálisis...