Gran lazo de la blusa de la emperatriz Eugenia / Créditos: Christie's Images Ltd. 2008
El gran lazo de la blusa de la emperatriz Eugenia estaba en manos privadas en los Estados Unidos, a raíz de la dispersión en 1887 de las Joyas de la Corona. En 2008, el Museo del Louvre ultimó su adquisición por una suma de 6,72 millones de euros, gracias a la preciada participación de los mecenas de la Sociedad de Amigos del Louvre. Esta extraordinaria obra maestra de la joyería parisina del siglo XIX ha regresado a las colecciones nacionales en septiembre de 2010.
El lazo, engalanado de adornos laterales de pasamanería, está compuesto de 2 634 diamantes, de los que 196 son rosas y 2 438 brillantes, con un total de más de 140 quilates. Constituía en su origen el elemento central de un suntuoso cinturón, libremente inspirado en el arte de la pasamanería, encargado en 1855 para la emperatriz por Napoleón III al joyero François Kramer.
En 1864, a petición de la soberana, el cinturón fue desmontado y solo la pieza central, verdadera hazaña de engastador, fue reservada para ser adaptada en broche para una blusa. Este se convirtió en una de sus joyas preferidas. Al igual que la reina María Antonieta y la emperatriz Josefina que le precedieron, a la emperatriz Eugenia le gustaba transformar sus joyas para componer nuevos adornos. Patrimonio artístico al igual que simbólico, las piedras de la corona, que tuvieron un agitado destino, eran del agrado de las modas, integradas en nuevas joyas, adornos y coronas de soberanos.