domingo, 1 de mayo de 2011

Literatura y Psicoanalisis. 2da parte. Ricardo Piglia

El arte de la natación

En efecto, el psicoanálisis y la literatura tienen mucho que ver con la natación. El psicoanálisis es en cierto sentido un arte
de la natación, un arte de mantener a flote en el mar del lenguaje a gente que está siempre tratando de hundirse. Y un artista es
aquel que nunca se sabe si va a poder nadar: ha podido nadar antes, pero no sabe si va a poder nadar la próxima vez que entre
en el mar.

En todo caso, la literatura le debe al psicoanálisis la obra de Joyce . El fue capaz de leer el psicoanálisis, como fue capaz de
leer otras cosas. Joyce fue un gran escritor porque supo entender que había maneras de hacer literatura fuera de la tradición
literaria; que era posible encontrar maneras de narrar en los catecismos, por ejemplo, que la narración , las técnicas narrativas no están
atadas sólo a las grandes tradiciones narrativas sino que se pueden encontrar modos de narrar en otras experiencias contemporáneas;
el psicoanálisis fue una de ellas.

La otra cuestiones qué le debe el psicoanálisis a la literatura: le debe mucho. Podemos hablar de la relación que Freud estableció
con la tragedia, pero no me refiero a los contenidos de ciertas tragedias de Sófocles, de  Shakespeare, de las cuales surgieron metáforas temáticas sobre las que Freud construyó un universo de análisis. Me refiero a la tragedia como forma que establece una tensión entre el héroe y la palabra de los muertos.

En literatura, se tiende a ver la tragedia como un género que estableció una tensión entre el héroe y la palabra de los dioses, del
oráculo, de los muertos, una palabra que venía de otro lado, que le estaba dirigida y que el sujeto no entendía. El héroe escucha
un discurso personalizado pero enigmático, es claro para los demás pero él no lo comprende, si bien en su vida obedece
a ese discurso que no comprende. Esto es Edipo, Hamlet, Macbeth, éste es el punto sobre el que gira la tragedia en la discusión
literaria sobre género que empieza con Nietzche y llega hasta Brecht. La tragedia, como forma, es esa tensión entre una palabra
superior y un héroe que tiene con esa palabra una relación personal.

Esa estructuración tiene mucho que ver con el psicoanálisis, y no he visto que ello haya sido marcado más allá de la insistencia sobre
lo temático: por supuesto, en Edipo hay un problema con unos padres y unas madres, en Hamlet hay un problema con una madre,
en fin. Pero en Hamlet también hay un padre que habla después de muerto.

Otra forma sobre la cual pensar la relación entre el psicoanálisis y la literatura es el género policial. Es el gran género moderno;
inventado por Poe en 1843, inundó el mundo contemporáneo . Hoy miramos el mundo sobre la base de ese género, hoy vemos
la realidad bajo la forma del crimen; como decía Bertold Brecht, qué es robar un banco comparado con fundarlo. La relación entre la
ley y la verdad e constitutiva del género, que es un género muy popular, como lo era la tragedia. Como los grandes géneros literarios,
el policial ha sido capaz de discutir lo mismo que discute la sociedad, de otra manera.
Eso es lo que hace la literatura: discute de otra manera. Si uno no entiende que discute de otra manera, le pide a la literatura que
haga cosas que mejor las hará el periodismo.
La literatura discute los mismos problemas que discute la sociedad , pero de otra manera, y esa otra manera es la clave de todo. Una
de estas maneras es el género policial que viene discutiendo las cuestiones entre ley y verdad, la no coincidencia entre la verdad
y la ley.

Poe inventa un sujeto extraordinario, el detective, destinado a establecer la relación entre la ley y la verdad. El detective está
ahí para interpretar algo que ha sucedido, de lo que han quedado ciertos signos, y puede realizar esa función porque está afuera
de cualquier institución. El detective no pertenece al mundo del delito ni al mundo de la ley; no es un policía. Dupin, Sherlock
Holmes, el detective privado está ahí para hacer ver que la ley en su lugar institucional, la policía, funciona mal. El detective viene a
poner el lugar de la verdad que no pertenece a ninguna institución donde la verdad sea legitimada.

Se plantea aquí una paradoja en la cual también estamos incluidos los argentinos hoy:
cómo hablar de una sociedad que a su vez nos determina, desde qué lugar externo juzgarla si nosotros también estamos dentro de
ella . El género policial da una respuesta, que es extrema: el detective, aunque forme parte del universo que analiza, puede interpretarlo
porque no tiene relación con ninguna institución..., ni siquiera con el matrimonio. El detective no puede incluirse en ninguna institución
social, ni siquiera la más microscópica, porque ahí donde quede incluido no podrá decir lo que tiene que decir, que es esa
tensión entre la ley y la verdad.

En la tragedia un sujeto recibe un mensaje que le está dirigido, lo interpreta mal, y la tragedia es el recorrido de esa interpretación;
la tragedia es el modo en que el sujeto entiende mal. En el policial, el que interpreta ha podido desligarse y habla de una
historia que no es la de él, se ocupa de una cuestión que no es la de él: me parece que los psicoanalistas tienen algún parentesco
con esto.

Transcripción de la conferencia dictada
en Buenos Aires con el auspicio de la Asociación
Psicoanalítica Internacional
(IPA) 7 de Julio de 1997.

Este texto estará incluido en el libro
«Formas breves» (Ed. Temas) de Ricardo Piglia, de próxima aparición.