Empezó cuando madrugaba, cuando todavia me acostaba. Siempre me gusto madrugar, madrugar para ver cómo el dia empieza, verlo cómo se abre, verlo crecer como una planta de luz que se abre desde la raiz, desde la noche. Escuchaba el despertador, aunque casi siempre me despertaba cinco minutos antes, miraba el reloj y corria a apagarlo antes de que sonara, de que me taladrara la cabeza. Despues volvia a acostarme, cinco minutos, nada mas, por disciplina, cinco minutos nada mas. Desde la cama miraba el techo y sentia que no habia ninguna razon para levantarme, que nada de lo que me esperaba podria llegar a entusiasmarme. No era que no me gustase, simplemente que no me importaba, que lo mio era eso, no hacer nada. Lo mio era mirar hacia el techo, mirar hacia arriba, mirar nada… Siempre necesitaba un pensamiento, una idea, algo que me diera fuerzas para levantarme, no por vago, vago nunca fui, siempre fui disciplinado… Algo que me diera fuerzas para levantarme y hacer lo que los otros hacian, lo que los otros habian inventado que yo tenia que hacer si queria vivir como ellos vivian, como a mi no me importaba vivir. Vivir haciendo todas esas cosas que despues de un rato me gustaban, cuando la cabeza me empezaba a funcionar, empezaba a tomar velocidad, a moverse, a acelerarse, como la vida en la que me tenia que meter. Pero que en ese momento, en esos cinco minutos, yo sabia que esa vida no era la mia, que lo mio era eso: nada. En todo veia nada, como si siempre viese mas alla de lo que miraba, como si todo se fuera transparentando, dejando ver nada en todo lo que veia, nada en lo que no miraba, nada arriba, nada… o todo, pero todo transparentandose, todo en nada… o nada, en todo…