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“La mujer raras veces ríe, pero cuando lo hace es como un volcán. Cuando la mujer ríe, lo mejor que puede hacer el hombre es largarse al sótano refugio contra ciclones. Nada quedará en pie ante la carcajada vaginal, ni siquiera el hormigón armado. Cuando se le despierta la capacidad de reír, la mujer puede superar en risa a la hiena o al chacal o al gato montés. De vez en cuando se la oye en una reunión de linchadores. Significa que se ha quitado la tapa, que todo vale. Significa que va a salir de caza… y ten cuidado, no te vaya a cortar los cojones. Significa que, si se acerca la peste, ELLA llega primero, y con enormes correas te arrancarán la piel a tiras. Significa que se acostará no sólo con Tom, Dick y Harry, sino también con el Cólera, la Meningitis y la Lepra: significa que se tumbará en el altar como una yegua en celo y aceptará a todos los que se presenten incluido el Espíritu Santo. Significa que demolerá en una noche lo que el pobre hombre tardó, con su habilidad logarítmica, cinco mil, diez mil, veinte mil años en construir. Lo demolerá y se meará en ello, y nadie la detendrá, una vez que empiece a reír en serio.”
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“Hay conchas que ríen y conchas que hablan; hay conchas locas, histéricas, en forma de ocarinas y conchas lujuriantes, sismográficas, que registran la subida y la bajada de la savia; hay conchas caníbales que se abren de par en par como las mandíbulas de una ballena y te tragan vivo; hay también conchas masoquistas que se cierran como las ostras, con una perla o dos dentro; hay conchas ditirámbicas que se ponen a bailar en cuanto se acerca el pene y se empapan de éxtasis; hay conchas puercoespines que sueltan sus púas y agitan banderitas en Navidad; hay conchas telegráficas que practican el código Morse y dejan la mente llena de puntos y rayas; hay conchas políticas que están saturadas de ideología y que niegan hasta la menopausia; hay conchas vegetativas que no dan respuesta, a no ser que las extirpes de raíz; hay conchas adventistas que huelen como los adventistas del Séptimo Día y están llenos de abalorios, gusanos, conchas de almeja, excrementos de oveja y de vez en cuando migas de pan; hay conchas mamíferas que están forradas con piel de nutria e hibernan durante el largo invierno; hay conchas navegantes equipadas como yates, buenas para solitarios y epilépticos; hay conchas glaciales en los que puedes dejar caer estrellas fugaces sin causar el menor temblor; hay conchas diversas que se resisten a cualquier clasificación y descripción, con las que te tropiezas una vez en la vida y que te dejan mustio y marcado; hay conchas hechas de pura alegría que no tienen nombre ni antecedente y estas son las mejores de todos, pero ¿a dónde han ido a parar?”