“Artista es quien, habiendo penetrado en la profundidad de la vida, y habiendo visto en ella algo demasiado intolerable, surge de ese oscuro abismo con los ojos rojos y, desde esa mirada, traslada a la materia, al pensamiento o al lenguaje sus visiones.”
(Deleuze y Guattari, ¿Qué es la filosofía?, 1995)
Aun en medio del casi paralizante escepticismo que muchos compartimos, descontentos con las derivas políticas y personales que nos circundan (“lo personal es político”, como indica acertadamente el aserto feminista), algunas experiencias toman cuerpo en nosotros; se vuelven consciencia encarnada en un cuerpo transitado por el lenguaje.
No es fácil sobrevivir al hecho de haber sido testigos involuntarios de actos intolerables que arrojan una fétida luz sobre la vida. No es fácil salir del abismo con los ojos rojos de la consciencia; sin esa ceguera protectora pero embrutecedora que nos ha acompañado hasta entonces. En ese momento en que hasta el horizonte parece más lejano, se inicia ese proceso de deshielo que tan bien describe María Mercè Marçal. Momentáneamente sin coraza, nos tambaleamos. Y surge entonces otra conciencia, a veces tímida pero persistente: una nueva verdad.
Así pues, sin grandes epifanías, surgen algunas interesantes tomas de conciencia respecto a la vida y al arte:
- No soporto la retórica inane del “yo mismo”, la narrativa del detalle personal celebrado hasta la naúsea presente en tantos y tantos escritos, sobre papel o en la red, que cimentan la inmovilidad colectiva de este presente tan reaccionario en el que estamos inmersos. Ojos rojos.
- No soporto que se condene al otro al silencio, que se le niegue la palabra, su singularidad, su expresión más íntima y verdadera. El silencio puede ser un arma letal, abominable, cuando se usa para anular al otro y excluirlo, condenándolo a la nada, a no existir en un universo muerto térmicamente que no tiene principio ni fin. Ojos muy rojos.
- No soporto la oportunista creación artística en la que se maquilla la crueldad y la injusticia a las que se hace referencia en el trasfondo con un “toque estético” ad hoc, convirtiéndolas así en simples excusas artísticas, en vez de desmantelar las estructuras de poder que las sostienen y que son las que deben ser destruidas. (Como diría Adrienne Rich, “oportunismo no es lo mismo que implicada atención”. El arte debe alcanzar algo dentro de nosotros que es todavía – y a pesar de todo – apasionado, no intimidado e indómito). Ojos muy muy rojos.
- No soporto la poesía que no es un auténtico intercambio de energía. (Como decía Muriel Rukeyser, “No more masks! No more mythologies!“, porque la poesía puede generar un cambio de conciencia que puede a su vez modificar las condiciones de nuestra existencia). Ojos aún más rojos.
¿Qué tipo de poesía es deseable?, me pregunto. En palabras del poeta marxista Hugh MacDiarmid, que creía en un mundo sin Dios,
“una poesía con la cualidad de
ser un sostén contra la apatía intelectual (…)
Una poesía como un quirófano
que brilla con una luz repentina, hábil,
una energía tranquila y contenida y temerosamente alerta,
en la que el poeta existe sólo como una enfermera durante
una operación (…)”
Permanezcamos alertas.
(Trad. y texto, Marisol Sánchez).