miércoles, 23 de diciembre de 2009

Sardanapalo x 2: Delacroix & Lord Byron




Sardanapalo ( traducción)
De Lord Byron

(125)
(126)
SARDANAPALO -Que se corone el pabellón de estío
de olorosas guirnaldas; un banquete [314]
opíparo se sirva; a medianoche
cenaremos allí: no falte nada;
reúnase la orquesta... Y mientras sigue 5
el sol su lento giro hacia el ocaso,
aprovechemos el süave soplo
que las ondas enriza del Eufrates.
¡El esquife!... ¡A embarcarnos!... Bellas damas,
las que os dignáis a mis alegres horas 10
dar compañía: en la más dulce y grata
de todas, cuando al orbe cubre el manto
de las tinieblas, al placer propicias,
nos juntaremos otra vez, al modo
que en la azulada bóveda los astros. 15
y haremos otro cielo tan brillante
y hermoso como el suyo. De su tiempo
hasta entonces disponga, como guste,
cada cual de vosotras. Y tú, hija
de Grecia, Mirra de mis ojos, ¿piensas 20
acompañarlas, o venir conmigo?
MIRRA -¡Señor!...
SARDANAPALO -¡Señor! ¡Bien mío! ¿Cómo puedes
darme ese triste nombre, ese dictado
de maldición, de los monarcas? Regla
tus horas, como quieras, y las mías. 25
MIRRA -¡Ordene vuestra alteza!
SARDANAPALO -¡Vuestra alteza!
¡Ah! por tu cara vida, que es la mía,
olvide ya tu labio ese lenguaje.
Por el primero de mis goces tengo
que tú te goces; y me atrevo apenas 30
a exhalar un deseo, recelando
que tal vez con alguno de los tuyos [315]
cruzarse pueda; porque ¿cuándo duda
Mirra sacrificar a los ajenos
sus pensamientos? 35
MIRRA -Es mi dicha sola
mirar la tuya; mas...
SARDANAPALO -¿Qué mas? Barrera
no habrá ninguna entre tu amor y el mío,
sino tu gusto.
MIRRA -Pienso que es ya hora
de que el consejo se reúna, y debo
retirarme de aquí.
SALAMENES -La esclava griega 40
dice muy bien: retírese.
SARDANAPALO -¿Quién osa
alzar la voz? ¿Qué es esto, hermano?
SALAMENES -Hermano
de la reina, señor; vasallo vuestro.
SARDANAPALO -Vosotras, idos. Cada cual disponga
del tiempo, como dije, a su talante, 45 [316]
hasta la hora del banquete. Mirra (127),
¿también te vas? Tus ojos me dijeron,
tus griegos ojos, cuya dulce lengua
habla tan claro al corazón, tus ojos
¿no me dijeron que partirte ahora 50
no pensabas de mí?
MIRRA -¡Gran rey!... Tu hermano,
SALAMENES -Hermano de la reina, de su esposa:
barragana de Grecia, ¿osas mentarme
sin rubor?
SARDANAPALO -¿Sin rubor? Eres tan cielo
como insensible, que no ves bañado 55
su rostro en el carmín de la nevada
caucásea cumbre, cuando el sol se pone;
y de tu yerta ceguedad la acusas
¿Tú lloras, Mirra?
SALAMENES -Tiempo es ya que corra,
siendo tan justa la ocasión, su llanto. 60
Harto hay más que llorar, de lo que piensas;
y de más triste lloro es ella causa.
SARDANAPALO -¡Maldición sobre el bárbaro que pudo
hacerla así llorar!
SALAMENES -No te maldigas;
que demasiadas, demasiadas voces 65
ya te maldicen. [317]
SARDANAPALO -Olvidar pareces
quién eres y quién soy. ¿Forzarme intentas
a recordar que soy monarca?
SALAMENES -¡Al cielo
pluguiese que una vez lo recordaras!
MIRRA -Augusto soberano de la Asiria, 70
y tú, príncipe ilustre, permitidme
que me retire.
SARDANAPALO -Pues que tú lo quieres,
y herir tan despiadadamente pudo
rústica avilantez tu manso pecho,
ve; pero ten presente que te aguardo. 75
La corona de Asiria vale menos,
que tu vista a mis ojos.
SALAMENES -Una y otra (128)
vas a perder... y para siempre acaso.
SARDANAPALO -Este paciente oído que a tus voces
me ves dar, manifiesta que a lo menos 80
sé vencerme a mí mismo. Pero baste;
no apures más mi natural templanza.
SALAMENES -¡Templanza muelle, afeminada, torpe,
indigna! ¡Oh si apurarla al fin pudiese [318]
y despertar tu adormecido brío, 85
aunque contra mí mismo lo emplearas!
SARDANAPALO -¡Por vida de Baal! este hombre quiere
hacer de mí un tirano.
SALAMENES -¿Y qué otra cosa
has sido y eres que un tirano? ¿Juzgas
que hay sólo tiranía de cadenas, 90
de sangre y muerte? El mudo despotismo
del vicio, el débil depravado lujo,
la floja negligencia, la apatía,
la sensüal pereza, engendran miles
y miles de tiranos delegados, 95
cuya crueldad excede a los peores
actos de un amo enérgico, por duro,
áspero, atroz, que en su conducta sea.
De tu lujuria el seductivo ejemplo
corrompe tanto como oprime, y mina 100
a un tiempo mismo el vano simulacro
de tu poder, y sus apoyos. Ora
fuerza enemiga invada, ora en el reino
civil tumulto estalle, igual miseria
amaga: a la primera, en tus vasallos 105
no hay valor que resista; y al segundo,
antes auxilio harán, que resistencia.
SARDANAPALO -¿Quién te hizo a ti vocero de la plebe?
SALAMENES -El perdón de la injuria de mi hermana,
el natural cariño a tus infantes 110
hijos, en que circula sangre mía,
la fe que debo al rey, la fe que presto
has de necesitar, y no en palabras, [319]
el respeto a la estirpe esclarecida
de Nemrod; y otra cosa de que nunca
alcanzaste noticia.
SARDANAPALO -¿Cuál?
SALAMENES -Un nombre
que nunca oíste articular.
SARDANAPALO -¿Qué nombre?
SALAMENES -Virtud.
SARDANAPALO -¡Oh cuánto yerras! No hay acento,
que haya sonado tanto en mis oídos.
Peor es para mí que gritería 120
de alborotada plebe, o son guerrero
de aturdidora trompa. ¿El nombre, dices,
de la virtud? Jamás oí que hablase
tu hermana de otra cosa.
SALAMENES -Pues al menos,
para mudar tan enojoso tema, 125
oirás hablar del vicio.
SARDANAPALO -¿A quién? [320]
SALAMENES -¿No escuchas
el eco de las quejas nacionales
que va doquiera derramando el viento?
SARDANAPALO -¡Menos exaltación y más cordura!
Sufrido soy, lo sabes. Tienes hartas 130
pruebas de mi paciencia. Habla. ¿Qué temes?
¿Qué es lo que así te inquieta?
SALAMENES -Tu peligro.
SARDANAPALO -Acaba de una vez.
SALAMENES -Los pueblos todos,
cuantos de tus abuelos heredaste,
levantan contra ti la voz al cielo. 135
SARDANAPALO -¿Contra mí? ¿Mis esclavos? ¿Qué les falta?
SALAMENES -¡Un rey!
SARDANAPALO -Pues yo ¿qué soy?
SALAMENES -Nada a sus ojos:
la fantasma de un hombre que pudiera
ser algo, si quisiese. [321]
SARDANAPALO -¡Temerarios!
¿Qué puedo darles más de lo que tienen, 140
cuando en la paz y la abundancia viven?
SALAMENES -Tienen de la primera, demasiado
para el honor; de la segunda, menos
de lo que piensa el rey.
SARDANAPALO -Si alguna cosa
al bienestar de las provincias falta, 145
¿no es culpa de los sátrapas?
SALAMENES -Es tuya,
tuya, que aletargado en el deleite,
no tiendes más allá de esos jardines
la vista, sino el día que trasladas
tu corte a otro palacio en la alta sierra, 150
hasta que los calores templa otoño.
¡Oh gran Baal, que en otro tiempo fuiste
el fundador, y hoy eres dios de Asiria,
o como un dios, al menos, en la larga
carrera de los siglos resplandeces! 155
Éste, que descender de ti presume,
jamás ha visto como un rey los reinos
que como un héroe conquistar supiste.
¿Y para qué? Para que fuese un día
el sudor de los pueblos devorado 160
en nocturnos festines, y cebase
la pública sustancia una ramera.
SARDANAPALO -¡Ah! ya lo entiendo. ¿Tú quisieras verme
salir a conquistar? Por esos astros,
en que la ciencia lee de los caldeos, 165 [322]
bien a ese inquieto vulgo le estaría
que yo por maldición su gusto hiciese,
y los llevase a la victoria.
SALAMENES -Hicieras
lo que la gran Semíramis, que sólo
fue una mujer, y las asirias huestes 170
llevó al remoto Ganges.
SARDANAPALO -Y del Ganges,
¿cómo volvió?
SALAMENES -Con veinte guardias sólo:
rechazada, es verdad, mis no vencida.
SARDANAPALO -¿Y cuántos, dime, míseros asirios
quedaron en la India prisioneros, 175
o muertos?
SALAMENES -No lo dicen los anales.
SARDANAPALO -Pues yo por ellos digo que harto fuera
mejor para Semíramis, que dentro
de las alcobas de palacio hubiese
veinte o cuarenta túnicas tejido, 180
que el haberse salvado, abandonando,
para. presa de cuervos y de lobos
y de hombres (que es peor), miles y miles
de súbditos amantes. ¿Gloria es ésa?
Prefiero a tales glorias la ignominia. 185 [323]
SALAMENES -No todas las empresas lograr pueden
suceso igual. Semíramis augusta,
madre de cien monarcas, venturosa
no fue en la India, pero a Persia y Media
y Bactria incorporó con los dominios 190
de sus antepasados, que podrías
como ella gobernar.
SARDANAPALO -Yo los gobierno;
ella no supo más que desolarlos.
SALAMENES -Tiempo vendrá tal vez, y no distante,
que menester habrás, más que tu cetro, 195
la espada de Semíramis. Razones
vanas dejemos. El intento mío
fue arrancarte del ocio vergonzoso
en que dormitas. Lo que yo no pude,
la rebelión podrá. 200
SARDANAPALO -¿Quién se rebela?
¿Por qué? ¿Con cuál pretexto? Soy monarca
legítimo, y desciendo de una línea
de reyes, que en el solio no tuvieron
predecesores. ¿Cuál mi culpa ha sido
contigo o con el pueblo? 205
SALAMENES -De tu culpa
conmigo, nada he dicho.
SARDANAPALO -Pero piensas
que a la reina hago injuria. [324]
SALAMENES -No lo pienso;
le haces injuria.
SARDANAPALO -Salamenes, oye.
El poder, la tutela de sus hijos
mis herederos, la real grandeza, 210
el aparato, el público homenaje,
que al trono pertenece de la Asiría,
todo lo tiene. Me casé con ella,
como los reyes, por razón de estado.
Améla, como suelen los maridos 215
amar a sus esposas. Si creíste,
y si creyó tu hermana, que amoroso,
rendido, fiel, como un pastor caldeo
a su zagala, iba a tenerme siempre,
digo que no supiste, ni ella supo, 220
lo que soy yo, lo que es un rey, y un hombre.
SALAMENES -Mudemos de sujeto. De la queja
desconozco el idioma; y la que tiene
sangre de Salamenes en el pecho,
no pide (aunque el del rey de Asiria sea) 225
forzado amor, con griegas prostitutas
y extranjeras comblezas repartido.
La reina calla.
SARDANAPALO -¿Y por qué no su hermano?
SALAMENES -Esta voz es la voz de los imperios,
y desoírla es abdicarlos. 230 [325]
SARDANAPALO -¡Vulgo
desconocido! De su rey murmura,
porque no quise derramar su sangre;
porque no quise que sus huesos fueran
a rodar insepultos por la orilla
del Ganges, o aumentar desmoronados 235
el polvo del desierto; porque leyes
feroces no dicté que los diezmasen;
porque con el sudor de mis vasallos,
no levanté pirámides egipcias
ni babilonios muros. 240
SALAMENES -A lo menos
fueran trofeos tales más honrosos
para tu pueblo y para ti, que bailes
y cantos y festines y rameras,
y entronizados vicios, y tesoros
desperdiciados. 245
SARDANAPALO -Yo también trofeos
al mundo dejaré: las dos ciudades
de Anquíalo y de Tarso, edificadas
en pocas horas. ¿Qué más pudo, dime,
esa marcial Semíramis, mi casta,
mi heroica abuela, excepto destruirlas? 250
SALAMENES -Te labraste por cierto gloria eterna
fundando por capricho dos ciudades,
y haciendo de esta acción memoria, en versos
que las infamarán perpetuamente,
y a ti con ellas. 255
SARDANAPALO -¡Infamarme! Juro
a mi progenitor Baal, que hermosas [326]
como son ellas, valen más mis versos.
Escucha: «El hijo de Anacíndaraxes,
Sardanapalo, edificó en un día
las ciudades de Anquíalo y de Tarso; 260
comed, bebed, gozad de amor los bienes,
que todo lo demás no importa un bledo».
SALAMENES -¡Sabia, moral, seguramente, y digna
de que para memoria de las gentes
la grabe un rey en mármoles y bronces! 265
SARDANAPALO -A lo que entiendo, hermano, tú querrías
que yo hablase a mis pueblos de este modo:
«Obedeced al rey; pagad impuestos
a su tesoro; reclutad sus huestes;
derramad a su antojo vuestra sangre; 270
postraos y adorad»... O de este modo:
«El rey Sardanapalo en este sitio
mató cincuenta mil de sus contrarios:
ésas las tumbas son, y éste el trofeo».
Yo dejo, hermano, semejantes glorias 275
a los conquistadores; y me basta
para la mía, aligerar un tanto
a mis vasallos, si es posible, el peso
de la miseria humana, y que desciendan
sin gemir al sepulcro. Los placeres 280
que me permito a mí, se los permito
a los demás, que somos todos hombres.
SALAMENES -¡Nínive! está sellada tu rüina.
¡Ay, ay de ti, señora de las gentes,
ciudad sin par! 285
SARDANAPALO -¿Qué temes? [327]
SALAMENES -Los que guardan
tu persona y tu trono y tu familia,
tus enemigos son; y su carrera
no habrá el sol de mañana terminado,
cuando verá su fin la de tu raza.
SARDANAPALO -¿Qué es lo que a tus temores da motivo? 290
SALAMENES -Alevosa ambición, que tiende en torno
de ti sus redes. Mas aún hay remedio,
Dame el sello real, y de la oculta
conspiración trastorno el plan, y pongo
a tus pies las cabezas enemigas. 295
SARDANAPALO -¿Cabezas? ¿cuántas?
SALAMENES -Cuando está en peligro
la tuya propia, ¿para qué contarlas?
Dame tu sello, y lo restante deja
a mi cuidado.
SARDANAPALO -Yo no doy a nadie
tan gran poder. 300
SALAMENES -¿Respetarás las vidas
de fementidos, que a la tuya amagan?
SARDANAPALO -¡Ardua cuestión! Mas di que no. ¿Forzoso
será remedio tal? ¿De quién sospechas?
Arresta a los culpables. [328]
SALAMENES -No querría
tener que responderte. En un momento 305
referirá sus nombres la liviana
charla de cortesanos; ni en palacio
serán sabidos solamente; y todo
se frustrará. Confía en mí.
SARDANAPALO -Tu celo
conozco bien. Recibe el sello. 310
SALAMENES -Pido
otra cosa además.
SARDANAPALO -¿Cuál es?
SALAMENES -Que omitas
la preparada fiesta.
SARDANAPALO -¡No!, por cuantos
conspiradores sacudir un reino
osaron. Vengan; sobre mí descarguen
toda su furia. Demudarme un punto 315
no me verán; no dejaré la copa;
no perderé por ellos un instante
de placer, ni una sola rosa menos
coronará mi frente. No me inspiran
ningún temor. 320
SALAMENES -Si la ocasión se ofrece,
¿las armas tomarás? [329]
SARDANAPALO -Dado que importe
para hacer de malvados escarmiento,
esgrimiré la espada hasta que mansos
pidan que la trasforme en rueca.
SALAMENES -Dicen
que en eso el cetro has convertido. 325
SARDANAPALO -¡Mienten!
Mas díganlo en buenhora. La calumnia
es privilegio de la plebe antiguo
contra los soberanos.
SALAMENES -A tus padres
no calumniaron nunca de esa suerte.
SARDANAPALO -Porque, en perpetuo afán, pasaban sólo 330
del grave arnés a la servil coyunda.
Ahora en paz y holganza triscar pueden
y murmurar. Murmuren; no me pesa.
No doy de un bello rostro la sonrisa
por cuantos ecos populares hinchen 335
el grito de la fama. Las procaces
lenguas de esa vil grey, que la abundancia
insolentó, ¿qué son, para que ofendan
o halaguen mis oídos las ruidosas
voces de su censura o su alabanza? 340
SALAMENES -Si te desdeñas de ser rey, no es mucho
digan que no naciste para serlo. [330]
SARDANAPALO -¡Mienten! Por mi desgracia sólo sirvo
para ser rey. Si así no fuera, el trono
al más vil de los medos cedería. 345
SALAMENES -Pues hay un medo que ocuparlo intenta,
SARDANAPALO -¿Qué me quieres decir? Mas tu secreto
guarda; no soy curioso. Haz lo que importe
a la paz: yo te apoyo. Jamás hubo
quien más que yo la desease; pero 350
si hay quien la turbe y mi furor despierte,
harto mejor sería que evocase
del polvo helado de la tumba, al fiero
Nemrod, el cazador; haré la Asiria
un vasto yermo de silvestre caza,
donde a los que hombres eran, como brutos 355
acosaré. Si lo que soy calumnian,
para lo que seré los desafío
a que dictado tan odioso encuentren,
que me calumnie. 360
SALAMENES -¿Al fin sentiste?
SARDANAPALO -¿Qué alma
pudo a la ingratitud no ser sensible?