Vinicius de Moraes
Carta del ausente
Amigos míos, si durante mi receso
vieran acaso pasar a mi amada
Pidan silencio general. Después
Señalen hacia el infinito. Ella debe ir
Como una sonámbula, envuelta en un hálito
De tristeza, porque sus ojos
solo verán mi ausencia. Ella debe
ser ciega a todo lo que no sea mi amor (ese indecible
Amor que vive encerrado en mí como en una cárcel
Mirando tras su rastro).
Si fuere de tarde, compren y deshojen rosas
a su melancólico paso, y si pudieren
entonen cantus-primus. Que cese totalmente el tránsito
y callen las bocinas de modo que se oiga largamente
el ruido de sus pasos. Ah, amigos míos
junten las manos para rezar y rueguen,
no importa a qué ser o divinidad
por el bienestar de mi gran amada
Durante mi receso, porque su vida
es mi vida, su muerte, mi muerte. Si es posible
suelten palomas blancas en cantidad suficiente para que en torno a ella se haga la suave penumbra que le gusta.
Si cerca hubiere un tocadiscos, pongan el "Nocturno en si bemol" de Chopin; y si acaso se pusiere a llorar,
oh, recójanle las lágrimas en pequeños frascos de ópalo
que deberán enviarme regularmente por valija diplomática.
Amigos míos, hermanos míos
(y todos los que aman mi poesía)
Si por acaso vieren pasar a mi amada
salmodien versos míos. Ella estará sobre una nube
envuelta en un aura de tristeza
el corazón de luz atravesado. Ella es quien
no imaginaba más posible, nacida
de mi desesperación de no encontrarla.
Ella es por quien caminan mis piernas
y para quien fueron hechos mis brazos.
Ella es la que amo en mi tiempo y amaré en la eternidad
–la amada una e indefectible–.
Por eso procedan con discreción pero con eficiencia:
que ella no sienta su camino, y que éste, además,
ofrezca las mayores seguridades. Sin duda sería un gran acierto
si ella no se trasladase del todo, de manera
que evite los peligros inherentes a la ley de gravedad
y el momentum de los cuerpos, y principalmente los debidos
a la falibilidad de los reflejos humanos. Sí, sería extremadamente preferible si se recluyese en una planta baja, en intramuros,
en un ambiente de paz y música. Oh, que evite
sobre todo manejar de noche y estar sujeta a los imprevistos
de la locura de los tiempos. Que se proteja, mi amada
contra los males terribles de esta ausencia
con música y Equanil. Que piense, ahora y siempre,
en mí que lejos de ella vagabundeo
por los jardines nocturnos de la pasión
y de la melancolía. Que se defienda, mi amiga,
contra todo lo que anda, vuela, corre y nada: y que recuerde
que debemos encontrarnos y que por lo tanto
es necesario que estemos íntegros, y ocurre
que los peligros son máximos, y el amor de repente, de tan grande
volvió todo tan frágil, extremadamente, extremadamente frágil.