La vista me abandonó antes que los recuerdos. El día que no pude levantarme supe que era el fin y me sentí ligero.
Los cuadros quedarán inacabados.
Dejaron de llamarme, me di por muerto cuando sentí el asco de los que trabajaban conmigo y consideraba amigos.
Ahora estoy muerto, sí, bien muerto. Ya
Puedo tomar una mano que no es mía y hacer que escriba estas palabras. Esta carta que va sin remitente. Ya no es una
La enfermedad, mi soledad de siempre, esos otros amigos de los cuales nada esperaba. Fueron ellos los que besaron mis ojos, los que apretaron mi mano. Después me llevaron lejos, la
Ahora, a veces, la visito a ella.
Dejó de
Cartas que vienen y van.
Cartas que nunca vinieron y que me hubieran hecho bien.
Puedo comprender el miedo, yo lo tuve. Puedo decir que comprendo desprecios y temores.
Sobra el tiempo para pensar ahora que soy una tumba. Una lápida con mis dos fechas y mi nombre. ¿Pensaron que todos llevamos esas dos fechas en la frente?
Quise, en mi pintura, dejar lo mejor y lo peor de mí.
Quise que pudieran comprender mi dolor, mi soledad, las escasas alegrías.
Sin embargo de mis cuadros casi ni hablan.
Me recuerdan por las películas. Algunos ni saben que he muerto. "¿Cómo qué murió?, ¿Cuándo?", le preguntan a ella cuando comenta "Últimas imágenes del naufragio", entonces me mira, ella no sabe que estoy a su lado, ella no sabe que me mira.
Cartas que vienen y van.
Ya no importa.
Por las noches la soledad es menor.
Ella debe dormir y yo, debo vagar.
Me voy. Cuando dijeron que había muerto, pude ver otra vez.
No es tan malo después de todo. Además, no hay otro sitio donde
Me asombra que esta mano continúe escribiendo la carta, me vio una sola vez.
Ya ven, tampoco en este lado se pierde el asombro.
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