“Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte.”
viernes, 14 de agosto de 2009
Fragmento de Persona de Bergman.
Traducción
¿Crees que no lo comprendo? El sueño imposible de ser. No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento. Vigilante. Al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y lo que eres para tí misma, el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada.
Cada palabra, una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. Te sientes perpeleja de que a veces tus ideas de la vida no concuerden con tus actos.
¿Suicidarse? ¡Oh, no! Eso es horrible. Tú no harías eso. Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en tí misma, aislarte. Así no tendrías que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero ¿ves? La realidad es perversa, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si eres real o irreal, si eres verdadera o falsa. La cuestión sólo importa en el teatro. Y quizás ni siquiera allí. Te entiendo, Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, que estés inmóvil, que hayas situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico. Lo entiendo y te admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo. Igual que poco a poco fuiste dejando los demás papeles. Toda la ansiedad que con nosotros llevamos, nuestros sueños frustrados, la incomprensible crueldad, nuestro temor a la extinción, la dolorosa mirada a nuestra condición terrenal, han erosionado lentamente nuestra esperanza y cualquiera otra salvación. El bramido de nuestra fe y la duda contra la oscuridad y el silencio es una de las pruebas más terribles de nuestro abandono y de nuestro aterrorizado e indescriptible conocimiento. ¿Sabes qué pienso a veces? En el hospital donde me examiné hay un hogar para enfermeras retiradas. Esas que siempre han vivido para su trabajo. Siempre de uniforme. Viven en sus pequeños cuartitos. Imagínate toda tu vida dedicada a algo. Quiero decir creyendo en algo, cumpliendo algo, creyendo que tu vida tiene un propósito. A mí me gustan las cosas así. Aferrarte a una cosa intensamente, sin importarte nada. Debería hacerse. Significar algo para los demás. Puede parecer infantil, pero yo creo en ello. La sensación de estar poseído, de que eres al mismo tiempo tú y otra persona, de que tus actos ora son tuyos, ora suyos, sin que puedas evitar los que te parecen ajenos. Reconocer que todos los realizas tú y sin embargo no poder no hacer los que rechazas. ¡Qué alivio! Si estos dos personajes que ahora habitan en tí, lado a lado, habitaran en dos cuerpos distintos. Que hubiera ambigüedad: ¿Quién de los dos soy yo?
( Cada palabra, una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. Te sientes perpeleja de que a veces tus ideas de la vida no concuerden con tus actos.
Terrible, no? Adhiero a esa idea... )