domingo, 16 de noviembre de 2014

Fragmento de Seda.

Seda


Mi querido amo, no sientas temor,
no te muevas y no hables,
nadie podrá vernos, quédate quieto sólo quiero mirarte,
tenemos toda la noche y ahora quiero mirarte,
tu cuerpo para mí, tu piel, tus labios,
cierra los ojos, nadie podrá vernos,
estoy aquí justo a tu lado ¿no me sientes?

Al tocarte por primera vez, te tocaré sólo con mis labios,
tú sentirás el calor pero aún no sabrás donde,
tal vez sea sobre tus ojos,
yo presionaré mis labios sobre tus ojos y tú sentirás su calor,
abre los ojos ahora amado mío,
mírame... tus ojos fijos en mis pechos,
tus brazos elevándome, deslizándome sobre ti,
mi débil quejido, tu cuerpo temblando,
esto no tiene final ¿no lo sientes?

Estarás siempre volviendo atrás la cabeza
y yo para siempre me limpiaré las lágrimas,
este momento debía pasar,
el momento existe y este momento continuará
desde ahora y para siempre.

No volveremos a vernos jamás,
lo que habíamos de hacer lo hemos hecho,
créeme amor mío, lo hemos hecho para siempre,
guarda tu vida lejos de mí y
si eso te hace más feliz
no dudes ni por un momento
en olvidar a esta mujer que te dice
sin rastro de arrepentimiento:



Adiós..

viernes, 7 de noviembre de 2014

Apagarse así, suavecito...



Acumulo  ganas de dar vueltas y mas vueltas con vos, las  caminatas a la orilla del Paraná...

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Carta de despedida de Henry Miller a Anais Nin






¿Qué son las despedidas sino saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en las sábanas. Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo inacabable y lleno de fatiga, cargan enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes. (...)
 Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. (...)
 Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la calle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas interminables entre humo y whisky, cuando tengo una comida que dura toda la tarde, también cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio. Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino.

 Adiós, tuyo siempre:

 Henry

 Henry Miller (Carta de despedida a Anaïs Nin)