lunes, 30 de abril de 2012

Feliz No cumpleaños 76 querida Alejandra



       “He aquí al idiota que recibía cartas del extranjero”.
                                                           Éluard

Hablo de una traición, hablo de un místico embaucar, de la pasión de la irrealidad y de la realidad de las casas mortuorias de los cuerpos en sudarios y de los retratos nupciales.
            Nada prueba que no clavó agujas en mi imagen, hasta resulta extraño que yo no le haya enviado mi fotografía acompañada de agujas y de un manual de instrucciones. ¿Cómo empezó esta historia? Es lo que quiero indagar pero con voz solamente mía y eliminando todo designio poético. No poesía sino policía.
            Como una madre que no quiere dejar irse de sí a su niño que ya está nacido, así su absorción silenciosa. Yo me arrojo en su silencio; yo, ebria de presentimientos mágicos acerca de una unión con el silencio.
            Recuerdo. Una noche de gritos. Yo subía y no tenía posibilidad de arrepentirme; subía cada vez más alto sin saber si llegaría a un encuentro de fusión o si me quedaría toda la vida con la cabeza clavada en un poste. Era como tragar olas de silencio, mis labios se movían como debajo del agua, me ahogaba, era como si estuviera tragando silencio. En mí éramos yo y el silencio. Esa noche me arrojé desde la torre más alta. Y cuando estuvimos en lo alto de la ola, supe que eso era lo mío, y aun lo que he buscado en los poemas, en los cuadros, en la música, era un ser llevada a lo alto de la ola. No sé cómo me abandoné, pero era como un poema genial: no podía no ser escrito. ¿Y por qué no me quedé allí y no morí? Era el sueño de la más alta muerte, el sueño de morir haciendo el poema en un espacio ceremonial donde palabras como amor, poesía y libertad eran actos en cuerpo vivo.
            A esto pretende su silencio.
            Crea un silencio en el que yo reconozca mi lugar de reposo cuando la prueba de fuego de su afección tuvo que haber sido mantenerme lejos del silencio, tuvo que haber sido vedarme el acceso a esa zona de silencio exterminador.
            Comprendo, de nada sirve comprender, a nadie nunca le ha servido comprender, y sé que ahora necesito remontarme a la raíz de esa fascinación silenciosa, de esta oquedad que se abre para que yo entre, yo el holocausto, yo la víctima propiciatoria. Su persona es menos que un fantasma, que un nombre, que vacío. Alguien me bebe desde la otra orilla, alguien me succiona, me abandona exangüe. Estoy muriendo porque alguien ha creado un silencio para mí.
            Fue un trabajo magistral, una infiltración retórica, una lenta invasión (tribu de palabras puras, hordas de discursos alados). Voy a intentar desenlazarme, pero no en silencio, pues el silencio es el lugar peligroso. Tengo que escribir mucho, que plasmar expresiones para que poco a poco se calle su silencio y entonces se borre su persona que no quiero amar, ni siquiera se trata de amor sino de fascinación imponderable y en consecuencia indecible (acercarme a la dura, a la blanda niebla de su persona lejana, pero hunde el cuchillo, desgarra, y un espacio circular hecho del silencio de tu poema, el poema que escribirás después, en el lugar de la masacre). No es más que un silencio, pero esta necesidad de enemigos realas y de amores mentales, ¿cómo la comprendió desde mis cartas? Un juego magistral.
            Ahora mis pasos de loba ansiosa en derredor del círculo de luz donde deslizan la correpsondencia. Sus cartas crean un segundo silencio más denso aunque el de sus ojos desde la ventana de su casa frente al puerto. El segundo silencio  de sus cartas da lugar al tercer silencio hecho de falta de cartas. También hay el silencio que oscila entre el segundo y el tercero: cartas cifradas en las que dice para no decir. Toda la gama de los silencios en tanto de ese lado beben la sangre que siento perder de este lado.
No obstante, si no existiera esta correspondencia vampírica, me moriría de falta de una correspondencia así. Alguien que amé en otra vida, en ninguna vida, en todas las vidas. Alguien a quien amar desde mi lugar de reminiscencias, a quien ofrendarme, a quien sacrificarme como si con ello cumpliera una justa devolución o restableciera el equilibrio cósmico.
            Su silencio es un útero, es la muerte. Una noche soñé una carta cubierta de sangre y heces; era en un páramo y la carta gemía como un gato. No. Voy a romper el hechizo. Voy a escribir como llora un niño, es decir: no llora porque esté triste sino que llora para informar, tranquilamente.

                                                                                                                      1966

domingo, 29 de abril de 2012

Esperando. Idea Vilariño por Rossana Taddei


esperando (idea vilariño)


  "Esperando, esperando 
temblores de paloma y tensiones magníficas.
 Como un caer de hojas,
 como un vaso de fuego 
bebido lentamente. 
Un silencio de lluvia
, una paz de redoma,
 una ansiedad cerrada 
alargada hasta dónde 
y un desear la música 
apasionadamente. 
Las más pesadas gotas 
indecisas hundiendo
 el corazón, golpeando
 dolorosas, terribles,
 repentinas, pausadas, 
cayendo largamente.
 Como un ramo de flores oscuras 
en el pecho."

Un sol amortajado. Delfina Tiscornia


martes, 24 de abril de 2012

Blue moon

 


  La luna azulado 

Alma / mano




Leeme el alma de la mano 

Fragmentos para este insomnio


Hoy, mañana o ayer,nunca ningún refugio donde permanecer inalterable entre la llama y el carbón. Los oleajes se cruzan y conspiran como los visitantes en los sueños, intercambian espumas, cáscaras, amuletos y papeles cifrados y jirones, y todo tiempo inscribe su sentencia bajo las aguas de los otros tiempos, mientras viajas a tumbos en tu tablón precariojusto en el filo de las marejadas.Pero hay algo, tal vez, que logró sustraerse a las maquinaciones de los años, algo que estaba fuera de la fugacidad, la duración y la mudanza. Guarda, guarda esa prenda invulnerable que cobraste al pasar y que llevas oculta como un ladrón furtivo desde el comienzo hasta el futuro. Estandarte o sortija, perla, grano de sal o escapulario, describe una parábola de brasas a medida que te aproximas, que llegas, que te alejas: tu credencial de amor en la noche cerrada.


 (Olga Orozco frag. de Andante en tres tiempos)


< Pertenezco a la tribu de los que ven mejor con los ojos cerrados y se acuestan del lado del abismo y alzan el vuelo y no vuelven >


<  La totalidad de la pasión oprime (o socava) al mundo. Los amantes se aman con el mundo. (Al igual se podría decir que con todo su corazón o con sus caricias.) El mundo es la forma de su pasión, y todos los sucesos que experimentan o imaginan constituyen la iconografía de su pasión. Por eso la pasión está dispuesta a arriesgar la vida. Se diría que la vida es tan sólo la forma de la pasión.>

sábado, 14 de abril de 2012

Cartas marcadas, la novela de Dolina envuelta en la niebla (+ capítulo 1)



Capítulo 1
El disfraz en Chang An
Relato chino a manera de prólogo
La dinastía Han favoreció el estudio de la magia, la metalurgia, la sismología y el arte de las adivinanzas.

En la pequeña ciudad de Po, no lejos de la capital imperial de Chang An, las personas se adiestraban desde la infancia en todos los procedi­mientos del disfraz. Los sastres, escultores y constructores de figuras de papel eran capaces de reproducir con la mayor perfección cualquier planta, animal u objeto de la naturaleza. Asimismo, los bailarines, ac­tores, ministros, y aun los campesinos, imitaban con prodigiosa exacti­tud los movimientos, las palabras y los sonidos de los diez mil seres del mundo.

Durante las fiestas del Sol Cercano, en la mitad del año, había una jornada en la que todos fingían ser otro. El gobernador adoptaba el aspecto del humilde barquero, las princesas se hacían pasar por prostitutas, el vendedor de limones era el director de la escuela de funciona­rios, el viejo mendigo era el vigoroso acróbata.

Todos aprovechaban su paso momentáneo por otras identidades para cometer excesos y atropellos que no podrían luego serles imputados. Es que los disfraces no eran meras caricaturas sino representaciones del

más minucioso realismo. Además, el regreso a las personalidades pri­migenias se cumplía en soledad y en la alta noche, de modo que nadie sabía quién había sido quién durante aquellas fiestas.

Con los años, vino a suceder que los disfrazados prolongaban su impostura más allá de los días establecidos y se entretenían en ocupar ajenos destinos en cualquier momento del año. Poco a poco, el ser al­guien con un nombre y una ubicación previsible dejó de tener impor­tancia. Al fin y al cabo, cualquiera podía ser cualquiera y fue creciendo una idea de noble inspiración filosófica: no es necesario cargar con el pasado. En una comunidad de identidades mutables el pasado no es personal sino colectivo. Los sujetos son inconstantes y no puede caer sobre ellos ni el castigo, ni las deudas, ni las herencias, ni la nobleza, ni la lealtad.

Tal como cabía esperar, la ausencia de responsabilidades produjo la degradación de las costumbres. Algunos funcionarios y militares advir­tieron que la ciudad, y aun el imperio, estaban en peligro si se persistía en aquella insujeción. Pero cuando quisieron prohibir los disfraces, o imponer leyes severas, observaron que su autoridad era cuestionada y descubrieron que la mayoría de los funcionarios y militares eran en rea­lidad personas de otros oficios y clases que se encontraban casualmente usurpando la autoridad.

Famoso es el poema del general Li, o acaso del trovador Po Chang.

Yo, el general Li, que he sido enviado

Por el Hijo del Cielo a estas regiones

A restituir áureas jerarquías

Quise volver al premio y al castigo

Y al regreso de idénticas caricias

Al lecho persistente y respetado.

Pero cuando avanzaba enarbolando

El bastón de la Ley de esta provincia

A la luz repentina de un recuerdo

Vi que no era un bastón sino una flauta

Lo que mi mano joven sostenía

Y vi que no era yo, Li el delegado,

Sino Po Chang, el trovador borracho

Que se burla del Cielo y de la Vida.

Volví entonces al vicio y al pecado

Y mientras vomitaba en la taberna

Otro general Li y otros soldados

Me encerraron en una oscura celda

Que al rato fue jardín y después campo

Y calle, y río, y cielo, y lecho, y nada.

Durante el esplendor de la ciudad de Po, actores piadosos se pro­pusieron tomar el lugar de personas que habían muerto. Al principio sustituían a los fallecidos recientes, con tanta premura que los familia­res del finado ni se enteraban. Más tarde intentaron el regreso de los antepasados. Padres, abuelos y tíos volvían a las casas familiares con el esplendor de su edad más gloriosa. Como podrá entenderse, la emoción de los parientes no era mucha, o en todo caso era fingida, ya que el lugar de los deudos estaba ocupado por personas extrañas.

Un día, las autoridades de la capital resolvieron emplear todo el rigor del poder en la ciudad de Po.

El príncipe Wu, heredero del trono, al mando de cinco mil soldados, se presentó con gran aparato de tambores, trompetas y estandartes.

Todos se alojaron en un lujoso palacio. Las puertas estaban riguro­samente vigiladas para impedir que se filtraran disfrazados locales en la delegación de Chang An. Sin embargo, a los pocos días, el príncipe ordenó a sus mayordomos que condujeran ante su presencia a la mujer más hermosa de la ciudad de Po, con el fin de saciar su lujuria. Muy pronto los servidores arrastraron hasta sus aposentos a Ta-Sing, una joven aristócrata a la que todos consideraban la más bella. Una vez cumplidos los trámites amorosos ella le juró que era la única persona en la ciudad que nunca se había disfrazado, pues creía que cada ser

era único e irremplazable y que hasta el más humilde tiene una fun­ción precisa en el plan de los dioses. El príncipe le creyó y le prometió que al día siguiente ordenaría a todos los habitantes de la ciudad que regresaran a su entidad original, con sus correspondientes nombres, domicilios y oficios.

Hay que decir que aquella orden casi no pudo cumplirse: nadie re­cordaba el turno de las distintas personas que había sido. ¿Cómo saber si el comerciante precedió al bombero o si el adiestrador de peces vino después del orfebre?

Pero además del olvido, el pueblo no deseaba interrumpir la serie de sus disfraces. Y hubo una conspiración. Una noche, mientras el príncipe honraba el delicioso cuerpo de Ta-Sing, un grupo de rebeldes tomó la apariencia de su guardia personal y lo tomó prisionero. Enseguida, uno de los sediciosos ocupó su lugar. Se trataba del joven capitán Ho-Chi, o tal vez de su padre el coronel Hi-Chi, aunque algunos prefirieron creer que era Li Chan Po, un marino del Yang Tzé. Este hombre revocó las órdenes, dispuso la ejecución de los soldados de Chang An y marchó él mismo a la capital escoltado por una muchedumbre de disfrazados.

Allí nadie advirtió la impostura, ni siquiera el propio Hijo del Cielo, cuya sagacidad es ley de la naturaleza. El falso príncipe Wu y sus secua­ces informaron que la ciudad de Po había retomado la vieja regularidad de un destino por persona y sugirieron que —a modo de premio— se eximiera a aquella población de todo tributo o impuesto imperial. El emperador accedió a tales solicitudes sin objeción alguna.

Mientras tanto en la ciudad de Po, quien fuera antes el príncipe Wu era ahora un sirviente, casi un esclavo, que cumplía las más deshonro­sas comisiones. A menudo lo azotaban, especialmente cuando trataba de dar órdenes a los oficiales que lo cruzaban en la calle. Así pasaron años, hasta que un día, ya como mendigo, se encontró con la hermo­sísima Ta-Sing.

—Oh, tú, que viviste noches memorables desordenando mi lecho de príncipe. Reconóceme en virtud de tu amor y dile a todos que cada uno es el que es y que la Máscara sólo engaña a la percepción banal de los necios.

Ella le respondió con desdén.

—Aléjate, oh, tú, habitante de esta ciudad de gentes fugaces. El prín­cipe cuya fogosidad aún conmemoran mis entrañas está en la capital y pronto volverá para cumplir los designios de los dioses.

El mendigo tomó la mano de Ta-Sing y le dijo:

—Ahora sentirás la energía que sólo prospera al contacto con la per­sona amada. ¿Sientes mi amor? ¿Oyes el rumor de mi sangre torrentosa?

—No. No siento nada.

Pasaron los años. El emperador murió. Ho-Chi, o su padre Hi-Chi, o el marinero Li Chan Po se sentaron en el trono del celeste imperio. La dinastía Han extendió su poder a través de gobernadores y funcionarios disfrazados hasta que toda la China fue territorio de imposturas. Una tarde, Ta-Sing llegó hasta Chang An y pidió ser llevada ante el Hijo del Cielo. Luego de meses de antesalas fue conducida a los salones privados del emperador y, después de las prosternaciones legales, dijo:

—Soy Ta-Sing, la que te amó en Po. La que cree como tú que no se puede ser otro. ¿Me reconoces?

El emperador respondió:

—No. Nadie recuerda lo que sucedió hace tanto tiempo. El universo es creado cada cinco minutos.

Ta-Sing regresó a Po y, ya perdida su fe, dejó que el tiempo y el desti­no la convirtieran en otras personas.

miércoles, 4 de abril de 2012

barriletes - La manzana cromatica protoplasmatica



Me quieren tanto tus ojos que hasta parece mentira son como niños jugando con barriletes de almíbar. En que tus ojos encuentro la razón de mi delirio y cuando vuelo en tus ojos descubro que también son míos. Cuando se ven alejados distantes en el olvido por momento siento que algo quedó sangrando, escondido. Y luego siento que todo es parte de un mismo camino. si me sorprende el mal tiempo serian tus ojos, mi instinto... claro como el sol en la luna, claro como el tiempo se va y tu corazón de llanura es claro como la oscuridad.
El sol no desaparece aunque las nubes persistan, solo se toma un momento para morir en la brisa atravesando los muros de cartón y golosinas persevantes colores seducen toda mi alegría.
yo me imagino que un día cuando me muera en la brisa, cuando atraviese los muros de cartón y golosinas, descubriré si los frutos de colores y alegría no fueron mas que tus ojos, no fueron mas que mi vida, dame un poquito de vos, tu poción, tu silencio se vuelve emoción alo de luz, tu reír, tu dolor me ilumina un oscuro temor...

domingo, 1 de abril de 2012

Traducción de . Vinicius de Moraes


Vinicius de Moraes
Carta del ausente

Amigos míos, si durante mi receso
vieran acaso pasar a mi amada
Pidan silencio general. Después
Señalen hacia el infinito. Ella debe ir
Como una sonámbula, envuelta en un hálito
De tristeza, porque sus ojos
solo verán mi ausencia. Ella debe
ser ciega a todo lo que no sea mi amor (ese indecible
Amor que vive encerrado en mí como en una cárcel
Mirando tras su rastro).

Si fuere de tarde, compren y deshojen rosas
a su melancólico paso, y si pudieren
entonen cantus-primus. Que cese totalmente el tránsito
y callen las bocinas de modo que se oiga largamente
el ruido de sus pasos. Ah, amigos míos
junten las manos para rezar y rueguen,
no importa a qué ser o divinidad
por el bienestar de mi gran amada
Durante mi receso, porque su vida
es mi vida, su muerte, mi muerte. Si es posible
suelten palomas blancas en cantidad suficiente para que en torno a ella se haga la suave penumbra que le gusta.
Si cerca hubiere un tocadiscos, pongan el "Nocturno en si bemol" de Chopin; y si acaso se pusiere a llorar,
oh, recójanle las lágrimas en pequeños frascos de ópalo
que deberán enviarme regularmente por valija diplomática.

Amigos míos, hermanos míos
(y todos los que aman mi poesía)
Si por acaso vieren pasar a mi amada
salmodien versos míos. Ella estará sobre una nube
envuelta en un aura de tristeza
el corazón de luz atravesado. Ella es quien
no imaginaba más posible, nacida
de mi desesperación de no encontrarla.
Ella es por quien caminan mis piernas
y para quien fueron hechos mis brazos.

Ella es la que amo en mi tiempo y amaré en la eternidad
–la amada una e indefectible–.
Por eso procedan con discreción pero con eficiencia:
que ella no sienta su camino, y que éste, además,
ofrezca las mayores seguridades. Sin duda sería un gran acierto
si ella no se trasladase del todo, de manera
que evite los peligros inherentes a la ley de gravedad
y el momentum de los cuerpos, y principalmente los debidos
a la falibilidad de los reflejos humanos. Sí, sería extremadamente preferible si se recluyese en una planta baja, en intramuros,
en un ambiente de paz y música. Oh, que evite
sobre todo manejar de noche y estar sujeta a los imprevistos
de la locura de los tiempos. Que se proteja, mi amada
contra los males terribles de esta ausencia
con música y Equanil. Que piense, ahora y siempre,
en mí que lejos de ella vagabundeo
por los jardines nocturnos de la pasión
y de la melancolía. Que se defienda, mi amiga,
contra todo lo que anda, vuela, corre y nada: y que recuerde
que debemos encontrarnos y que por lo tanto
es necesario que estemos íntegros, y ocurre
que los peligros son máximos, y el amor de repente, de tan grande
volvió todo tan frágil, extremadamente, extremadamente frágil.