lunes, 31 de agosto de 2009

Hemos amado juntos tantas cosas... Roberto Juarroz





Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.

Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.

Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.

Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos sustitutos.

Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.

Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.

Sobre la memoria. ( fragmento ) Ernesto Sabato




Porque la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción, y es algo así como la forma que la eternidad puede asumir en ese incesante tránsito. Y aunque nosotros (nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestra dura experiencia) vamos cambiando con los años. Y también nuestra piel y nuestras arrugas van convirtiéndose en prueba y testimonio de ese tránsito, hay algo en nosotros, allá muy dentro, allá en regiones muy oscuras, aferrado con uñas y dientes a la infancia y al pasado, a la raza y a la tierra, a la tradición y a los sueños, que parece resistir a ese trágico proceso: la memoria, la misteriosa memoria de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que fuimos. Sin la cual (¡Y qué terrible ha de ser entonces!) esos hombres que la han perdido como en una formidable y destructiva explosión de aquellas regiones profundas, son tenues, inciertas y livianísimas hojas arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo.

La muerte es una palabra. Alejandra Pizarnik





La palabra es una cosa, la muerte es una cosa, es un cuerpo poético que alienta en el lugar de mi nacimiento.

Nunca de este modo lograrás circundarlo. Habla, pero sobre el escenario de cenizas; habla, pero desde el fondo del río donde está la muerte cantando. Y la muerte es ella, me lo dijo el sueño, me lo dijo la canción de la reina. La muerte de cabellos del color del cuervo, vestida de rojo, blandiendo en sus manos funestas un laúd y huesos de pájaro para golpear en mi tumba, se alejó cantando y contemplada de atrás parecía una vieja mendiga y los niños le arrojaban piedras.

Cantaba en la mañana de niebla apenas filtrada por el sol, la mañana del nacimiento, y yo caminaría con una antorcha en la mano por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, amor mío perdido, y el canto de la muerte se desplegó en el término de una sola mañana, y cantaba, y cantaba.

También cantó en la vieja taberna cercana del puerto. Había un payaso adolescente y yo le dije que en mis poemas la muerte era mi amante y mi amante era la muerte y él dijo: tus poemas dicen la justa verdad. Yo tenía dieciséis años y no tenía otro remedio que buscar el amor absoluto. Y fue en la taberna del puerto que cantó la canción.

Escribo con los ojos cerrados, escribo con los ojos abiertos: que se desmorone el muro, que se vuelva río el muro.

La muerte azul, la muerte verde, la muerte roja, la muerte lila, en las visiones del nacimiento.

El traje azul y plata fosforescente de la plañidera en la noche medieval de toda muerte mía.

La muerte está cantando junto al río.

Y fue en la taberna del puerto que cantó la canción de la muerte. Me voy a morir, me dijo, me voy a morir.

Al alba venid, buen amigo, al alba venid.

Nos hemos reconocido, nos hemos desaparecido, amigo el que yo más quería.
Yo, asistiendo a mi nacimiento. Yo, a mi muerte.
Y yo caminaría por todos los desiertos de este mundo y aun muerta te seguiría buscando, a ti, que fuiste el lugar del amor.

domingo, 30 de agosto de 2009

La Maga Vl



"Maga, el molde hueco era yo, vos temblabas, pura y libre, como una llama, como un río de mercurio, como el primer canto de un pájaro cuando rompe el alba, y es dulce decírtelo con las palabras que te fascinaban porque no creías que existieran fuera de los poemas, y que tuviéramos derecho a emplearlas. Dónde estarás, dónde estaremos desde hoy, dos puntos en un universo inexplicable, cerca o lejos, dos puntos que crean una línea, dos puntos que se alejan y se acercan arbitrariamente" Cap. 34.

"Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra". Cap. 1.

"Pero si soy yo mismo acariciándole el pelo, y ella me está contando sagas rioplatenses, y le tenemos lástima, entonces hay que llevarla a casa, un poco bebidos todos, acostarla despacio acariciándola, soltándole la ropa, despacito, despacito cada botón, cada cierre relámpago, y ella no quiere, quiere, no quiere, se endereza, se tapa la cara, llora, nos abraza como para proponernos algo sublime, ayuda a bajarse el slip, suelta un zapato con un puntapié que nos parece una protesta y nos excita a los últimos arrebatos, ah, es innoble, innoble" Cap. 12

"cuántas veces, tirado en una cama que no se tendía en muchos días, oyendo llorar a la Maga porque en el metro un niño le había traído el recuerdo de Rocamadour, o viéndola peinarse después de haber pasado la tarde frente al retrato de Leonor de Aquitania y estar muerta de ganas de parecerse a ella, se me ocurría como una especie de eructo mental que todo ese abecé de mi vida era una penosa estupidez" Cap. 2.

La Maga V

"Allí donde esté tiene el pelo ardiendo como una torre y me quema desde lejos, me hace pedazos nada más que con su ausencia(...). Se va a arreglar perfectamente sin mí y sin Rocamadour. Una mosca azul,preciosa, volando al sol, golpeándose alguna vez contra un vidrio,zas, le sangra la nariz, una tragedia. Dos minutos después tan contenta, comprándose una figurita en una papelería y corriendo a meterla en un sobre y mandársela a una de sus vagas amigas con nombres nórdicos, desparramadas en los países más increíbles. ¿Cómo le podés tener lástima a una gata, a una leona?(...). Mi única culpa es no haber sido lo bastante combustible para que a ella se le calentaran a gusto las manos y los pies. Me eligió como una zarza ardiente, y he aquí que le resultó un jarrito de agua en el pescuezo. Pobrecita, carajo" Cap.33

La Maga lV

A veces me aterra cómo puede volver a referirse a un episodio de infancia que otras veces me ha contado riéndose como si fuera muy gracioso y que de golpe es un nudo siniestro, una especie de pantano de sanguijuelas y garrapatas que se persiguen y se chupan. En esos momentos la cara de la Maga se parece a la de un zorro, se le afinan las aletas de la nariz, palidece, habla entrecortadamente, retorciéndose las manos y jadeando, y como de un globo de chewing-gum enorme y obsceno empieza a asomar la cara fofa de la madre, el cuerpo mal vestido de la madre, la calle suburbana donde la madre se ha quedado como una escupidera vieja en un baldío, la miseria donde la madre es una mano que pasa un trapo grasiento por las cacerolas. Lo malo es que la Maga no puede seguir mucho rato, en seguida se larga a llorar, esconde la cara contra mí, se acongoja a un punto increíble, hay que preparar té, olvidarse de todo, irse por ahí o hacer el amor, sin los tíos ni la madre hacer el amor, casi siempre eso o dormir, pero casi siempre eso." Cap.138

La Maga lll

"Con ella yo sentía crecer un aire nuevo, los signos fabulosos del atardecer o esa manera como las cosas se dibujaban cuando estábamos juntos y en las rejas de la Cour de Rohan los vagabundos se alzaban al reino medroso y alunado de los testigos y los jueces... Por qué no había de amar a la Maga y poseerla bajo decenas de cielos rasos a seiscientos francos, en camas con cobertores deshilachados y rancios, si en esa vertiginosa rayuela, en esa carrera de embolsados yo me reconocía y me nombraba, por fin y hasta cuando salido del tiempo y sus jaulas con monos y etiquetas... " Cap. 21.

"Querer a la Maga había sido como un rito del que ya no se espera la iluminación; palabras y actos se habían sucedido con una inventiva monotonía, una danza de tarántulas sobre un piso lunado, una viscosa y prolongada manipulación de ecos(...). Había pasado de la Maga a Pola en un solo acto, sin ofender a la Maga ni ofenderse, sin molestarse en acariciar la rosada oreja de Pola con el nombre excitante de la Maga. Fracasar en Pola era la repetición de innúmeros fracasos, un juego que se pierde al final pero que ha sido bello jugar, mientras que de la Maga empezaba a salirse resentido, con una conciencia de sarro y un pucho oliendo a madrugada en un rincón de la boca" Cap. 92.

La Maga ll

"(La Maga) es incapaz de perseverar, no tiene el menor sentido de las distancias, el tiempo se le hace trizas en las manos, anda a los tropezones con el mundo. Gracias a lo cual (...) es absolutamente perfecta en su manera de denunciar la falsa perfección de los demás" Cap. 54.

"La Maga se quedaba triste, juntaba una hojita al borde de la vereda y hablaba con ella un rato, se la paseaba por la palma de la mano, la acostaba de espaldas o boca abajo, la peinaba, terminaba por quitarle la pulpa y dejar al descubierto las nervaduras, un delicado fantasma verde se iba dibujando contra su piel. Etienne se la arrebataba con un movimiento brusco y la ponía contra la luz. Por cosas así la admiraban, un poco avergonzados de haber sido tan brutos con ella, y la Maga aprovechaba para pedir otro medio litro y si era posible algunas papas fritas" Cap. 4.

La Maga, emperariz de los cronopios... ( tan adorable ella )




"Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es su orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y del alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en prejuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos". Cap. 21.

La Maga





su pájaro es el mirlo.


su hora la noche,


su puente el Pont des Arts

sábado, 29 de agosto de 2009

Blue moon...


Detrás de la palabra está el caos. Cada palabra es una valla, una barra, pero no hay ni habrá jamás suficientes barras para formar la reja.

( Henry Miller )

martes, 25 de agosto de 2009

She`s going to tell u a secret ....

La Nausea Jean Paul Sartre ( fragmentos )

La palabra Absurdo nace ahora de mi pluma; hace un rato, en el jardín, no la encontré, pero tampoco la buscaba, no tenía necesidad de ella; pensaba sin palabras, en las cosas, con las cosas. Lo absurdo no era una idea en mi cabeza, ni un hálito de voz, sino aquella larga serpiente de madera. Serpiente o garra o raíz o garfas de buitre, poco importa. Y sin formular nada claramente, comprendía que había encontrado la Existencia, la clave de mis Náuseas, de mi propia vida. En realidad, todo lo que pude comprender después se reduce a este absurdo fundamental. Absurdo: una palabra más, me debato con palabras; allí llegué a tocar la cosa. Pero quisiera fijar aquí el carácter absoluto de este absurdo. Un gesto, un acontecimiento en el pequeño mundo coloreado de los hombres nunca es absurdo sino relativamente: con respecto a las circunstancias que lo acompañan. Los discursos de un loco, por ejemplo, son absurdos con respecto a la situación en que se encuentra, pero no con respecto a su delirio. Pero yo, hace un rato, tuve la experiencia de lo absoluto: lo absoluto o lo absurdo. No había nada con respecto a lo cual aquella raíz no fuera absurda. ¡Oh! Cómo podré fijar esto con palabras? Absurdo: con respecto a la grava, a las matas de césped amarillo, al barro seco, al árbol, al cielo, a los bancos verdes. Absurdo, irreductible; nada -ni siquiera un delirio profundo y secreto de la naturaleza- podía explicarlo. Evidentemente no lo sabía todo: Yo no había visto desarrollarse el germen ni crecer el árbol. Pero ante aquella gran pata rugosa, ni la ignorancia ni el saber tenían importancia; el mundo de las explicaciones y razones no es el de la existencia. Un círculo no es absurdo: se explica por la rotación de un segmento de recta en torno a uno de sus extremos. Pero un círculo no existe. Aquella raíz, por el contrario, existía en la medida en que yo no podía explicarla. Nudosa, inerte, sin nombre, me fascinaba, me llenaba los ojos, me conducía sin cesar a su propia existencia. Era inútil que me repitiera: «Es una raíz»; ya no daba resultado. Bien veía que no era posible pasar de su función de raíz, de bomba aspirante, a eso, a esa piel dura y compacta de foca, a ese aspecto aceitoso, calloso obstinado. La función no explicaba nada; permitía comprender en conjunto lo que era una raíz, pero de ningún modo ésa. Esa raíz, con su color, su forma, su movimiento detenido, estaba... por debajo de toda explicación. Cada una de sus cualidades se le escapa un poco, fluía fuera de ella, se solidificaba a medias, se convertía casi en una cosa: cada una estaba de más en la raíz, y ahora tenía la impresión de que la cepa entera rodaba un poco fuera de sí misma, se negaba, se perdía en un extraño exceso. Raspé con el tacón aquella garra negra; hubiera querido descortezarla un poco. Para nada, por desafío, para que apareciera en el cuero curtido el rosa absurdo de un rasguño: para jugar con el absurdo del mundo. Pero cuando retiré el pie, vi que la corteza seguía negra.


¿Negra? Sentí que la palabra se desinflaba, se vaciaba de sentido con una rapidez extraordinaria. ¿Negra? La raíz no era negra, no era negro lo que había en este trozo de madera, sino... otra cosa; el negro, como el círculo, no existía. Yo miraba la raíz: ¿era más que negra o más o menos negra? Pero pronto dejé de interrogarme porque tenía la impresión de pisar terreno conocido. Sí, yo ya había escrutado, con esa inquietud, objetos innominables; yo había intentado -en vano- pensar algo sobre ellos, y ya había sentido que su cualidades frías e inertes se me escapaban, se deslizaban entre mis dedos. [...]


Aquel momento fue extraordinario. Yo estaba allí, inmóvil y helado, sumido en un éxtasis horrible. Pero en el seno mismo de ese éxtasis, acababa de aparecer algo nuevo: yo comprendía la Náusea, la poseía. A decir verdad, no me formulaba mis descubrimientos. Pero creo que ahora me sería fácil expresarlos con palabras. Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente: los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que algunos han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí mismo. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, y en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar [...]; eso es la Náusea.

domingo, 23 de agosto de 2009

U ' ll never loose ur innocence...


Allahu Allahu ...La illaha ilah` hu


Ramadhaan Mubarak para mi !!!




Dijo Allah en el Quraan al Karim (interpretación aproximada):

“Vosotros que creéis! Se os ha prescrito el ayuno como fue prescrito a los pueblos que os precedieron. Tal vez seáis temerosos. Son días cncretos, pero quien de vosotros esté enfermo o de viaje podrá hacerlo, en igual número, otros días.”

Y dijo Allah subhana wa ta ala (interpretación aproximada):

“El mes de Ramadán en el cual fue revelado el Quraan como Guía para la gente y sus ayat son pruebas clarasde esa Guía y de Discernimiento. Y, de vosotros, quien esté presente ese mes que ayune, y quien esté enfermo o de viaje que haga la cuenta y ayune esos días en otra ocasión.

El Profeta Muhammad (saws) también habla de este sagrado mes, y pronunció una jutba el último día de shaaban, diciendo:

“Se acerca a vosotros un mes bendito, un mes que contiene una noche que es mejor que mil meses. Allah ha establecido la observancia del ayuno durante ese mes, como una práctica obligatoria, y pasar sus noches en oración como una práctica voluntaria. Si alguien se aproxima a Allah durante este mes con alguna buena acción, será como aquel que cumple con una obligación durante otro mes, y quien cumple con una obligación durante Ramadán será como aquel que cumple otras sesenta obligaciones en cualquier otro mes. Ramadán es el mes de la paciencia, y la recompensa de la paciencia es el Paraíso. Es el mes para visitar a los pobres, a los enfermos y a los necesitados, y de compartir sus penas. Es el mes en que el alimento, el sustento y los ingresos del musulmán creyente se incrementan y son benditos... Si alguien da a quien ha estado ayunando algo con lo que romper su ayuno, conseguirá el perdón de sus acciones equivocadas y se salvará del fuego y tendrá una recompensa similar a la del que ayuna, sin que la recompensa de éste disminuya en lo más mínimo...Allah da esta recompensa a cualquiera que dé a quien ha estado ayunando leche mezclada con agua o un dátil o un sorbo de agua con el que romper su ayuno. Y a quien da una comida completa al que ha ayunado, Allah le dará una bebida y no tendrá sed hasta que entre en el yánna. Es un mes cuyo comienzo es Misericordia, cuya mitad es Perdón y cuyo fin es la liberación del fuego.”


Dijo el Profeta Muhammad (saws):

“Cuando viene el mes de Ramadán se abren las puertas del Paraíso y se cierran las puertas del Infierno y se le encadenan las manos al diablo.”

El mes de Ramadán es una gran bendición de Allah y hay que practicar el bien durante este mes y darle su derecho. Evitar el insulto y las palabras vanas, porque el Profeta (saws) dijo:
“Quien no deja la falsedad de palabra y de obra, Allah no tiene ninguna necesidad de que deje de comer y beber.”


viernes, 21 de agosto de 2009

Princess Tutu

...






" Sonrío en paz, abro la boca, hago chocar los dientes y muerdo suavemente la noche. Todo es inútil y hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos. Me hubiera gustado clavar la noche en el papel como a una gran mariposa nocturna."

( El pozo )



Ulrica. Jorge Luis Borges

Hann tekr sverthit Gram ok leggr i methal theira bert.
Völsunga Saga, 27


Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, o cual es lo mismo. Los hechos ocurrieron hace muy poco, pero sé que el hábito literario es asimismo el hábito de intercalar rasgos circunstanciales y de acentuar los énfasis. Quiero narrar mi encuentro con Ulrica (no supe su apellido y tal vez no lo sabré nunca) en la ciudad de York. La crónica abarcará una noche y una mañana.
Nada me costaría referir que la vi por primera vez junto a las Cinco Hermanas de York, esos vitrales puros de toda imagen que respetaron los iconoclastas de Cromwell, pero el hecho es que nos conocimos en la salita del Northern Inn, que está del otro lado de las murallas. Eramos pocos y ella estaba de espaldas. Alguien le ofreció una copa y rehusó.

-Soy feminista -dijo-. No quiero remedar a los hombres. Me desagradan su tabaco y su alcohol.

La frase quería ser ingeiosa y adiviné que no era la primera vez que la pronunciaba. Supe después que no era característica de ella, pero lo que decimos no siempre se parece a nosotros.

Refirió que había llegado tarde al museo, pero que la dejaron entrar cuando supieron que era noruega.

Uno de los presentes comentó:
-No es la primera vez que los noruegos entran en York.
-Así es -dijo ella-. Inglaterra fue nuestra y la perdimos, si alguien puede tener algo o algo puede perderse.

Fue entonces cuando la miré. Una línea de William Blake habla de muchachas de suave plata o furioso oro, pero en Ulrica estaban el oro y la suavidad. Era ligera y alta, de rasgos afilados y de ojos grises. Menos que su rostro me impresióno su aire de tranquilo misterio. Sonreía fácilmente y la sonrisa parecía alejarla. Vestía de negro, lo cual es raro en tierras del Norte, que tratan de alegrar con colores lo apagado del ámbito. Hablaba un inglés nítido y preciso y acentuaba levemente las erres. No soy observador; esas cosas las descrubrí poco a poco.

Nos presentaron. Le dije que era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era colombiano.

Me preguntó de un modo pensativo:
-¿Qué es ser colombiano?
-No sé -le respondí-. Es un acto de fe.
-Como ser noruega -asintió.

Nada más puedo recordar de lo que se dijo esa noche. Al día siguiente bajé temprano al comedor. Por los cristales vi que había nevado; los páramos se perdían en la mañana. No había nadie más. Ulrica me invitó a su mesa. Me dijo que le gustaba salir a caminar sola.

Recordé una broma de Schopenhauer y contesté:
-A mí también. Podemos sair los dos.

Nos alejamos de la casa, sobre la nieve joven.

No había un alma en los campos. Le propusé que fuéramos a Thorgate, que queda río abajo, a unas millas. Sé que ya estaba enamorado de Ulrica; no hubiera deseado a mi lado ninguna otra persona.

Oí de pronto el lejano aullido de un lobo. No he oído nunca aullar a un lobo, pero sé que era un lobo. Ulrica no se inmutó.

Al rato dijo como si pensara en voz alta:
-Las pocas y pobres espadas que vi ayer en York Minster me han conmovido más que las grandes naves del museo de Oslo.

Nuestros caminos se cruzaban. Ulrica, esa tarde, proseguiría el viaje hacia Londres; yo, hacia Edimburgo.
-En Oxford Street -me dijo- repetiré los pasos de Quincey, que buscaba a su Anna perdida entre las muchedumbres de Londres.

-De Quincey -respondí- dejó de buscarla.

Yo, a lo largo del tiempo, sigo buscándola.

-Tal vez -dijo en voz baja- la has encontrado.

Comprendí que una cosa inesperada no me estaba prohibida y le besé la boca y los ojos.

Me apartó con suave firmeza y luego declaró:
-Seré tuya en la posada de Thorgate. Te pido mientras tanto, que no me toques. Es mejor que así sea.

Para un hombre célibe entrado en años, el ofrecido amor es un don que ya no se espera. El milagro tiene derecho a imponer condiciones. Pensé en mis mocedades de Popayán y en una muchacha de Tezas, clara y esbelta como Ulrica que me había negado su amor.

No incurrí en el error de preguntarle si me quería. Comprendí que no era el primero y que no sería el último. Esa aventura, acaso la postrera para mí, sería una de tantas para esa resplandeciente y resuelta discípula de Ibsen.

Tomados de la mano seguimos.

-Todo esto es como un sueño -dije- y yo nunca sueño.

-Como aquel rey -replicó Ulrica- que no soñó hasta que un hechicero lo hizo dormir en una pocilga.

Agregó después.

-Oye bien. Un pájaro está por cantar.

Al poco rato oímos el canto.

-En estas tierras -dije-, piensan que quien está por morir prevé el futuro.

Y yo estoy por morir -dijo ella.

La miré atónito.

-Cortemos por el bosque -la urgí-. Arribaremos más pronto a Thorgate.

-El bosque es peligroso -replicó.

Seguimos pos lor páramos.

-Yo querría que este momento durara siempre -murmuré.

-Siempre es una palabra que no está permitida a los hombres -afirmó Ulrica y, para aminorar el énfasis, me pidió que le repitiera mi nombre, que no había oído bien.

-Javier Otálora- le dije.

Quiso repetirlo y no pudo. Yo fracasé, parejamente, con el nombre de Ulrikke.

-Te llamaré Sigurd- declaró con una sonrisa.

Si soy Sigurd -le repliqué- tu serás Brynhild.

Había demorado el paso.

-¿Conoces la saga?- le pregunté.

-Por supuesto -me dijo-. La trágica historia que los alemanes echaron a perder con sus tardíos Nibelungos.

No quise discutir y le respondí:

-Brynhild, caminas como si quisieras que entre los dos hubiera una espada en el lecho.

Estábamos de golpe ante la posada. No me sorprendió que se llamara, como la otra, el Northern Inn.

Desde lo alto de la escalinata, Ulrica me gritó:

-¿Oíste el lobo? Ya no quedan lobos en Inglaterra. Apresúrate.

Al subir al piso alto, noté que las paredes estaban empapeladas a la manera de William Morris, de un rojo muy profundo, con entrelazados frutos y pájaros. Ulrica entró primero. El aposento oscuro era bajo, con un techo a dos aguas. El esperado lecho se duplicaba en un vago cristal y la bruñida caoba me recordó el espejo de la Escritura. Ulrica ya se había desvestido. Me llamó por mi verdadero nombre, Javier. Sentí que la nieve arreciaba. Ya no quedaba muebles ni espejos. No había una espada entre los dos. Como la arena se iba al tiempo. Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica.

Nosotros amamos la vida. Mahmud Darwish



Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.
Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino
y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche,
ilumínala un poco.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.






jueves, 20 de agosto de 2009

Esha ( la que no habla con su voz sino con sus voces )



Cecilia Cecilia

debajo estoy yo

Cecilia











Alejandra Alejandra





debajo estoy yo





Alejandra

domingo, 16 de agosto de 2009

Bellisima versión dl Flaco Spinetta by Mr Ceratti





La ventana

La ventana

Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Plantaré un árbol en medio de la calle, y crecerá ante el asombro de los paseantes: criaré pájaros que nunca volarán a otros árboles, y se quedarán a cantar ahí en medio del ruido y la indiferencia. Crecerá un océano en la ventana. Pero esta vez no me aburriré de sus mares, y las gaviotas volverán a volar en círculos sobre mi cabeza. Habrá una cama y un sofá debajo de los árboles para que descanse la lumbre de sus olas.

Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Así podré ver el cielo y la gente que pasa sin hablarme, y aquellos buitres de la muerte que vuelan sin poder sacarme el corazón. Esta ventana alumbrará mi soledad. Podría inclusive abrir otra en medio del mar, y solo vería el horizonte como una luciérnaga con sus alas de cristal. El mundo quedaría lejos al otro lado de la arena, allá donde vive la soledad y la memoria. De cualquier manera es inevitable que construya una ventana, y sobre todo ahora que ya no escribo ni salgo a caminar como antes bajo los pinos del desierto, aun cuando este día parece propicio para descubrir los terrenos insondables.

Voy a construir una ventana en medio de la calle. Vaya absurdo, me dirán, una ventana para que la gente pase y te mire como si fueras un demente que quiere ver el cielo y una vela encendida detrás de la cortina. Baudelaire tenía razón: el que mira desde afuera a través de una ventana abierta no ve tanto como el que mira una ventana cerrada. Por eso he cerrado mis ventanas y he salido a la calle corriendo para no verme alumbrado por la sombra.




Miguel Ángel Zapata


Cuadro: Mujer en la ventana by Salvador Dalí

Pedro Figari, el pintor de nuestros negros




Nace en Montevideo el 29 de julio de 1861. Su inclinación artística se manifiesta tempranamente combinándose con múltiples actividades. Es abogado desde 1886, nombrado Defensor de Pobres en lo Civil y Criminal, periodista y codirector de un periódico, impulsor de la creación de la Escuela de Bellas Artes, diputado, miembro del Consejo de Estado, elegido presidente del Ateneo de Montevideo, director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, miembro honorario de la Sociedad de Artistas Uruguayos, Asesor Letrado de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay. Entre estas múltiples actividades se destaca su creación de ensayos filosóficos, crítica artística y poesía. Participa en numerosas tertulias junto a artistas como Sáez y Blanes Viale. En 1921 y por cuatro años consecutivos, se radica en Buenos Aires dedicándose plenamente a la tarea pictórica y recibiendo del medio una crítica elogiosa. En 1925 se traslada a París donde permanece nueve años y obtiene la consagración como artista plástico. Desde allí proyecta y organiza exposiciones en Europa y América. Regresa al Uruguay en 1933 y es nombrado Asesor Artístico del Ministerio de Instrucción Pública.

Muere en Montevideo, el 24 de junio de 1938.

(Biografía según el equipo de curaduría del Museo M. de Artes Visuales del Uruguay

sábado, 15 de agosto de 2009

La Margarita ( fragmentos ) laira la lala


Mauricio Rosencof (Uruguay 1933) escribió los versos de "La Margarita" en su país (1982) en un calabozo bajo tierra, sobre hojillas de armar cigarros y dudando que alguna vez fueran leídos por alguien. Suponía, además, que no sobreviviría, tras diez años de aislamiento en condiciones infrahumanas y sin esperanzas concretas de libertad. En los hechos le quedaban tres años más de cárcel (fue condenado por guerrillero tupamaro) y la obra se salvó de milagro dentro de los dobladillos de las camisas para lavar que una vez por mes recogía su familia. El libro original consta de 25 sonetos, de los cuales Jaime Roos (Uruguay, 1953) seleccionó quince (con la venia del autor) para su musicalización e interpretación.
P/L@ quiere compartir con sus listeros estos 15 sonetos de Rosencof; en ellos se refleja el profundo amor de juventud del poeta (a su Margarita) -que recordaba en aquellas crueles circunstancias- y todo el espíritu del barrio montevideano, con su carnaval, sus murgas y sus tablados. Este paisaje acabado maravillosamente con la música de Jaime Roos hacen que esta obra tenga un lugar de privilegio en nuestras discotecas.
Que nunca falte...




El Regreso


Usaba ropa blanca y pollera tableada
en paño inglés de pleno azul marino.
En su pobre roperito, lo más fino;
con mocasines nuevos, quedaba ni pintada.
Yo miraba llegar su silueta delgada,
lánguido el braceo, el paso cansino,
y se llenaba de duendes el camino
y palomas y plantas saludaban al hada.
Nadie vino a mí con más frescura
ni a nadie aguardé más anhelante.
Volverla a aguardar fuera locura,
locura aguardarla a cada instante.
Pero hay en su regreso tanta ternura
que aguardo y aguardo y vuelve, palpitante.

.

Encuentro

La vi una mañana cuando iba al almacén;
la calle estaba llena de verano.
Llevaba un vestidito tan liviano
que el corazón se me fue para la sien.
Me sentí en el aire, sin sostén,
y un sudor tibio humedeció mi mano,
cuando se fue con su pasito tan ufano
coqueteando la pollera en un vaivén.
Fue como si me hubiera dado cita;
desde entonces, a esa hora, la esperé.
Ella sin hablarme comprendió mis cuitas
y a veces me miraba con un no sé qué.
Me enteré que se llamaba Margarita
y sin deshojarla, supe que la amé.

.


La mirada

En la esquina (sólo una era la esquina)
lucía el barrio con orgullo su tablado;
con colecta puerta a puerta levantando
sólo la casa más bacana fue mezquina.
Sobre el humo de la parrilla volaba la serpentina
y el tocadiscos, que el club había prestado,
le daba y le daba al baión "Delicado"
que al decir de Margarita "esa música era divina".
Allí estaba ella, muy arregladita;
sabiendo que la miraba no miraba
y el aire indiferente la hacía más bonita.
A su lado, en una silla, la tía vigilaba.
Pero al irse y al descuido me dejó una miradita
temblorosa de rubor; también ella me amaba.

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Sandía

Nunca faltaba al tablado don Ramón
con su carga de sandías relucientes;
armando el despacho para los clientes
con dos caballetes y un tablón.
Y mientras calaba, su fresco pregón
de risueñas picardías inocentes
comparaba las tajadas con labios ardientes
o guiñaba a la barra entonando una canción:
"Sándia calada, sándia colorada...
jugosa para las mozas enamoradas..."
que a mí y a Margarita nos cohibía.
Entonces, para que nadie sospechara nada,
en vez de cruzar nuestras miradas
las dirigíamos, sugestivas, a una sandía.

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Indiferencia

Llegó de portafolios bajo el brazo;
la gente murmuró: "Representante".
Saco blanco de frac, muy elegante,
la cara pintada, camisa con lazo.
El público, respetuoso, le abrió paso,
saludó al tesorero con aire distante
y cuando solemne lo anunció el parlante
él contaba los pesos, por si acaso.
A Margarita le encanto ese coso,
así que ni vi la performance murguera.
Entré al boliche amargado y caviloso,
le pedí al Tincho una caña habanera
que fue lo que me puso lacrimoso,
y me reí fuerte, para que ella lo oyera.

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Conversación

La encontré en una velada familiar,
matiné bailable del Club Tuyutí.
Yo era muy diquero, y así cuando la vi,
saqué un cigarro y empecé a fumar.
Ella, impresionada, tuvo que admirar
la cancha de hombre con que recibí
su endomingada aparición, que agradecí
con la leve seña de "¿quiere bailar?"
La tía, que en el baile es todo un rango,
le pregunta a la nena "¿Dónde vas?",
pero al verme inofensivo, con aire de guarango,
le dice, suficiente, "Andá nomás".
Entonces le hablé, bailando un tango:
"¿Que le gusta más, la típica o la jazz?"

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El Beso

Aquel atardecer era el día señalado;
una amiga, Albita, nos iba a acompañar.
Caminabamos los tres, sin conversar;
oscurecía un azul arrebolado.
Llegamos al fin al baldío abandonado;
chircas, tártagos, rumor de mar;
y esperábamos la noche para consumar
lo que fue primera nostalgia de enamorado.
En la esquina, vigilando, se quedó la Albita;
emocionada de audacia, desfalleciente;
la voz precipitada cuando va y nos grita:
"¡Ahora! ¡Dale ahora que no hay gente!"
Bajó sus petalos mi Margarita
y deje en sus labios un beso, aún latente.

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Fama

Guardaba a Robert Mitchum, tapa en "Cancionera"
porque decía que se parecía a mí;
y tanto me impresionó que desde allí
sonreía irónico a su manera.
En cambio no acepté que me dijera
"Robert Mitchum, por favor, vení"
porque si la oían los del Tuyutí
me iban a cargar la vida entera.
Fue en Verano y en la heladería;
estábamos los dos sentados afuera.
La barra andaba por ahí, yo la veía...
Y en eso se me vienen en hilera;
el Tito me alcanza una fotografía,
"¿Me la firma?" dice, y me da la lapicera.

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Lluvia

Aquel atardecer nos pescó el chaparrón
comentando el film que acabábamos de ver.
Riendo y de la mano echamos a correr
hasta que anclamos en un viejo portón.
La calle desierta nos dio la sensación
de que sólo nosotros veíamos llover;
el universo sin pájaros, vacío, por hacer;
entonces callamos, ya en plena ilusión.
La lluvia paró y volvimos a andar;
los faroles rielaban en la calle mojada.
Cuadras y cuadras sin poder hablar;
la tarde oscurecía desolada.
No nos pudimos separar:
fuera de nosotros, no existía nada.

.


Nocturno

Crecimos. Ella empezó a trabajar
en una farmacia del Cordón;
salía a las siete y en alguna ocasión
"arreglaba mis cosas" para irla a buscar.
Me pasaba en la vidriera para verla despachar,
menudita y rubia en el blanco almidón;
y eran tales sus gracias y mi metejón
que no habia caso y me ponía a fumar.
Bajábamos del bondi en la otra parada
ganando dos cuadras para caminar;
y mirando atentos que nadie viera nada
en los racimos de sombra ibamos a ocultar
que ella se limpiaba la boquita pintada
y aquello era una de besar y besar.

.


Golondrinas

Al salir del Metropol íbamos a un bar
para hablar, como mayores, del futuro.
Era un tema manso, sin apuro
y el futuro enorme: ¿A qué apurar?
Allí, dichosos, nos dejábamos estar
todo era diáfano, fácil, seguro,
cuando a ese universo poético y puro
llegaba el mozo y "¿Qué van a tomar?"
Entonces lo mirábamos de medio lado
con el desdén de los soñadores
y con el "Yo un té" apenas murmurado
ella volvía a colgar cortinas de colores
y en la pared de un patio sombreado,
golondrinas de yeso, y otros primores.

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Maga

Nos sentábamos en las rocas, mirando el mar,
embriagados de sol y agua salada.
Ella reclinaba en mí su espalda dorada
y adormilada comenzaba a divagar.
Pieza a pieza iba armando el ajuar,
traje de novia, batería esmaltada,
y cuando en su lista no faltaba nada
suspiraba un "Ya nos podemos casar..."
Ese era el final felíz de la poesía
que con anhelos y vidrieras hizo,
recostando su fesca piel contra la mía.
Yo quise, con ella, cuanto quiso;
pero amé, más que a la tierna fantasía,
a la Maga, que la creaba con su hechizo.

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Otoño

Aquella tarde de otoño era dorada,
árboles y casas tras un tul amarillento,
las copas calmas, el cielo ténue, el sol más lento.
Sus ojos sonreían: estaba enamorada.
Caminábamos los dos la hora encantada
en que el farol garúa el primer aliento,
cuando salta a su paso un presentimiento:
"Dios mío" dice. "Que nunca pase nada".
"¿Que puede pasar? Nada. Nada va a pasar".
"No sé... no sé. Es que todo esto es tan hermoso..."
Nos besamos con miedo y volvimos a andar.
Pero tanto silencio se nos hizo penoso;
entonces eligió hojitas secas para pisar
y el juego volvió el dorado más luminoso.

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En la esquina

¿Que misteriosa brisa de la memoria
refresca con el tiempo aquel amor?
¿Que misteriosa brisa del amor
refresca con el tiempo mi memoria?
No hay final para esta historia
tierna, sencilla, de puro candor;
estuvo y está en pleno verdor
viviendo su eternidad transitoria;
en el entrevisto atardecer dorado
y en una hoja otoñal que crepita;
en las calles de un barrio añorado
con faroles que encienden la hora de la cita;
y en esas veredas que camino confiado
porque sé que en la esquina, aguarda Margarita.




Awake ! shake dreams from ur hair my pretty child




Awake.
Shake dreams from your hair
My pretty child, my sweet one.
Choose the day and choose the sign of your day
The days divinity
First thing you see.

A vast radiant beach in a cool jeweled moon
Couples naked race down by its quiet side
And we laugh like soft, mad children
Smug in the wooly cotton brains of infancy
The music and voices are all around us.

Choose they croon the ancient ones
The time has come again
Choose now, they croon
Beneath the moon
Beside an ancient lake

Enter again the sweet forest
Enter the hot dream
Come with us
Everything is broken up and dance

Los hombres sensibles de Flores



El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia.
Uno está en casi ninguna parte.
Sin embargo, en medio de las infinitas desolaciones hay una buena noticia:el amor.
Los Hombres Sensibles de Flores tomaban ese rumbo cuando querían explicar el cosmos.
Y hasta los Refutadores de Leyendas tuvieron que admitir casi sin reservas, que el amor existe.
Al contrario, a veces se piensa que amor y pena son una misma cosa.
Especialmente en el Barrio del Angel Gris, que es también, el barrio del desencuentro.
Las historias amorosas de los tiempos dorados son casi siempre tristes.
Esto no basta para afirmar que todos los romances fueron desdichados, sucede, tal vez, que el arte necesita nostalgia.
No se puede ser artista si no se ha perdido algo.
Los poemas de amor satisfecho aparecen como una compadrada de mercaderes afortunados.
Por eso los poetas de Flores buscaban el desengaño, porque pensaban que cerca de el andaba el verso perfecto.
Casi todos quedaban en la mitad del camino.
Admitía que la pena de amor conducía al arte, pero también sostenía que el propósito final del arte es el amor.
La recompensa del artista es ser amado.
Así parecía opinar Ives Castagnino, el músico palermo, quien componía valses meláncolicos al solo efecto de seducir señoritas.
Cuando no lo lograba, su tristeza le dictaba otra canciones que más tarde le servían para deslumbrar señoritas nuevas y así recomenzar el círculo.
Algunos muchachos sin vocación artística trataban de merecer a las damas, cultivando las ciencias, la bondad, el coraje, o la riqueza.
Los autores de aforismos extrajeron de estas realidades una conclusión modesta: si no fuera por el amor, nadie haría gran cosa.
El polígrafo de Flores, en un rapto de arbitrariedad, llegó a establecer un órden de cualidades, según su eficacia para enamorar.
Colocó en primer lugar la belleza y luego la juventud, aclarando que estas dos virtudes son tal vez una sola.
Después ubicó las condiciones espirituales: inteligencia y bondad.
En último término, el poder y el dinero.
Muchedumbres de feos de cierta edad polemizaron con Mandeb reclamando el derecho de ser amados por su limpieza, trayectoria comercial o apellido ilustre.
Pero para Mandeb,el amor era una flor exótica cuyo hallazgo ocurría muy pocas veces.
-De cada mil personas que pasen por esa puerta- decía......acaso nos conmueva solamente una.
Del mismo modo, quizás solo una entre las mil tenga a bien impresionarse con nosotros.
La cuenta es sencilla: sin contar percepciones engañosas y desilusiones posteriores, la posibilidad de un amor correspondido es de una entre un millón.
No está tan mal, después de todo.



viernes, 14 de agosto de 2009

Fragmento de Persona de Bergman.




Traducción


¿Crees que no lo comprendo? El sueño imposible de ser. No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento. Vigilante. Al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y lo que eres para tí misma, el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada.

Cada palabra, una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. Te sientes perpeleja de que a veces tus ideas de la vida no concuerden con tus actos.

¿Suicidarse? ¡Oh, no! Eso es horrible. Tú no harías eso. Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en tí misma, aislarte. Así no tendrías que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero ¿ves? La realidad es perversa, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si eres real o irreal, si eres verdadera o falsa. La cuestión sólo importa en el teatro. Y quizás ni siquiera allí. Te entiendo, Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, que estés inmóvil, que hayas situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico. Lo entiendo y te admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo. Igual que poco a poco fuiste dejando los demás papeles. Toda la ansiedad que con nosotros llevamos, nuestros sueños frustrados, la incomprensible crueldad, nuestro temor a la extinción, la dolorosa mirada a nuestra condición terrenal, han erosionado lentamente nuestra esperanza y cualquiera otra salvación. El bramido de nuestra fe y la duda contra la oscuridad y el silencio es una de las pruebas más terribles de nuestro abandono y de nuestro aterrorizado e indescriptible conocimiento. ¿Sabes qué pienso a veces? En el hospital donde me examiné hay un hogar para enfermeras retiradas. Esas que siempre han vivido para su trabajo. Siempre de uniforme. Viven en sus pequeños cuartitos. Imagínate toda tu vida dedicada a algo. Quiero decir creyendo en algo, cumpliendo algo, creyendo que tu vida tiene un propósito. A mí me gustan las cosas así. Aferrarte a una cosa intensamente, sin importarte nada. Debería hacerse. Significar algo para los demás. Puede parecer infantil, pero yo creo en ello. La sensación de estar poseído, de que eres al mismo tiempo tú y otra persona, de que tus actos ora son tuyos, ora suyos, sin que puedas evitar los que te parecen ajenos. Reconocer que todos los realizas tú y sin embargo no poder no hacer los que rechazas. ¡Qué alivio! Si estos dos personajes que ahora habitan en tí, lado a lado, habitaran en dos cuerpos distintos. Que hubiera ambigüedad: ¿Quién de los dos soy yo?


( Cada palabra, una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. Te sientes perpeleja de que a veces tus ideas de la vida no concuerden con tus actos.
Terrible, no? Adhiero a esa idea... )

can´t read my ( me) pocker face






(...)Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos,no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (como te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero.(...)

Espejo. Octavio Paz

Hay una noche,
un tiempo hueco, sin testigos,
una noche de uñas y silencio,
páramo sin orillas,
isla de yelo entre los días;
una noche sin nadie
sino su soledad multiplicada.

Se regresa de unos labios
nocturnos, fluviales,
lentas orillas de coral y savia,
de un deseo, erguido
como la flor bajo la lluvia, insomne
collar de fuego al cuello de la noche,
o se regresa de uno mismo a uno mismo,
y entre espejos impávidos un rostro
me repite a mi rostro, un rostro
que enmascara a mi rostro.


Frente a los juegos fatuos del espejo
mi ser es pira y es ceniza,
respira y es ceniza,
y ardo y me quemo y resplandezco y miento
un yo que empuña, muerto,
una daga de humo que le finge
la evidencia de sangre de la herida,
y un yo, mi yo penúltimo,
que sólo pide olvido, sombra, nada,
final mentira que lo enciende y quema.

De una máscara a otra
hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco.